Evangelio segun San Lucas 8, 1-3

lunes, 12 de septiembre de
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En aquel tiempo, Jesús recorría ciudades y poblados predicando la Buena Nueva del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había librado de espíritus malignos y curado de varias enfermedades.
Entre ellas iban María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.



Palabra de Dios

 

 


 

P.  José Navarro Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Tucumán



Cuando leía este evangelio me vino a la memoria el día de mi primera comunión. Mi mamá me ayudo a vestirme, me peinó (con gomina) y antes de ir a mi escuela (donde fue la Misa de primeras comuniones) me puso un anillo de oro en el dedo, ese era el regalo de mi mamá (les cuento que soy de una familia de barrio y que vivíamos con lo justo). No me acuerdo de  las palabras pero sí que ese día fue muy especial. Mi mamá como casi todas las mujeres siguen siendo las encargadas de velar por la educación de los hijos y de mandarlos a la catequesis. No debería ser así, pero… El evangelio de hoy nos habla de las mujeres que seguían a Jesús y que algunas de ellas lo ayudaban con sus bienes. Esas mujeres habían recibido con fe la Palabra del Señor y querían seguir su camino.

San Pablo en sus cartas habla de mujeres que tenían un papel importante en la comunidad como por ejemplo la Diaconisa Febe (Rom16,1ss); también manda saludos a otras mujeres: María, Trífena, Trífosa, Pérside, la madre de Rufo, Julia y la hermana de Nereo.

Como vemos Jesús tiró por el suelo todos los prejuicios contra la mujer, restituyendo la misma dignidad del hombre y la mujer establecida por Dios (Gn1,27); y en nuestras primeras comunidades cristianas, las mujeres, lejos de ser discriminadas, tenían amplias posibilidades de servir y de intervenir en la Iglesia; eran reconocidas por su entrega generosa y por sus fatigas y eran recordadas con afecto.

Me parece que como Iglesia joven nos debemos respetar varones y mujeres, y saber que el Señor regala a todos sin distinción los carismas para servir a la Iglesia.

Ustedes como jóvenes pueden aportar, con su vivencia de fe, los cambios necesarios para que nuestra Iglesia y la sociedad deje de lado todo aquello que pueda discriminar a la mujer.

 

 

 

Oleada Joven