Evangelio según San Lucas 19, 45- 48

viernes, 18 de noviembre de
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Aquel día, Jesús entró en el templo y comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban allí, diciéndoles:
«Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones».
Jesús enseñaba todos los días en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. José Navarro Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Tucumán

 

Jesús toma una frase muy bonita del libro de Isaías (56,7): “Los alegraré en mi casa de oración”. Pero como nos lo narra el evangelio, lo que Jesús estaba viendo no era un lugar de oración sino un lugar dedicado al comercio de lo religioso y a los sumos sacerdotes y demás dirigentes religiosos sacando provecho de la situación.


Ustedes saben que la gente tenía que ofrecer alguna ofrenda a Dios en el templo de Jerusalén y por tanto el comercio que estaba alrededor del templo ofrecía aquellas cosas que servían para realizar ese ofrecimiento. Y había para todos los bolsillos!! Si ustedes se acuerdan José y María ofrecieron apenas unos pichones de paloma porque no tenían dinero para comprar un animal más grande y por tanto más caro…


Pero la cuestión es que Jesús expulsa a los vendedores del templo y denuncia que a la casa de Dios la han convertido en una cueva de ladrones….


La casa de Dios ya no era el lugar del encuentro gozoso en la fe con el Señor.
Si  bien eso pasó hace muchos años…!! No quiere decir que nosotros una que otras veces hagamos un comercio de nuestra fe. A veces lo buscamos a Dios sólo para pedirle algo, cuando queremos que nos haga algún favor; o cuando el agua nos llega hasta el cuello…vamos al templo a ver que negocio podemos hacer con Dios. Pero sería lindo que vayamos al templo por el sólo hecho de querer encontrarnos con el Señor sin buscar nada a cambio, de sólo ir por el gozo que nos da el alabarlo, el bendecirlo, el adorarlo, el admirarlo, el de agradecerle….


Qué lindo sería que sintamos en nuestro interior esa frase de Isaías: “los alegraré en mi casa de oración”.

 

Oleada Joven