Evangelio según San Mateo 25, 31-34

viernes, 18 de noviembre de
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En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha.
“Vengan, benditos de mi padre; tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme”.
Los justos le contestarán entonces:
“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?”
Y el rey les dirá:
“Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”.
Entonces dirá también a los de la izquierda:
“Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron”.
Entonces ellos le responderán:
“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?”
Y él les replicará:
“Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquéllos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”».

 

Palabra de Dios

 

 


 

P. Ariel Weimann Asesor de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Corrientes

 

 

Queridos hermanos y jóvenes en este domingo estamos celebrando a Jesucristo rey del universo, por eso en este domingo estamos celebrando el señorío del Señor, a Jesús como Señor del universo: Jesucristo rey del universo.


Y entonces el evangelio habla de que el Señor reunirá a todas las naciones y las va a dividir de acuerdo a la actitud que tuvieron durante la vida, cómo se han comportado con su prójimo. “Y ustedes, benditos de mi Padre, se les concederá el Cielo porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber…”, “¿y dónde te vimos sediento y hambriento, y te asistimos..?”, “cuando lo han hecho con el más pequeño de mis hermanos, lo han hecho conmigo.” O sea qué, Jesús va a separar de acuerdo a la actitud que tuvimos con nuestros hermanos, porque Cristo es nuestro hermano.


Ahora bien, la pregunta que nos tendremos que hacer nosotros frente a este evangelio es: ¿descubrimos a Jesús en nuestros hermanos? Y esta pregunta no es para el hermano que me cae bien, que me cae simpático, que me cae agradable, sino en todos mis hermanos, porque Cristo está en todos mis hermanos. Si nosotros tratamos bien a los que nos tratan bien a nosotros, ¿qué mérito tiene eso?, eso también lo hacen los que no creen en Dios, eso también lo hacen los paganos. El desafío es: ¿sabemos ver a Dios en mi hermano? Las cosas que hago, ¿las hago realmente por Dios, porque Dios está realmente en mi hermano? por más que mi hermano no me cae bien, o por más que mi hermano me tiró un palazo en la espalda, o habló mal de mí, ¿yo soy capaz de ver a Dios en ese hermano? ¿Y soy capaz de ayudarlo porque Dios está en mi hermano? No es por los méritos de mi hermano, sino porque Dios está en él, ¿soy capaz de ayudarlo? Esa es la pregunta que nosotros nos tenemos que hacer, y no solamente a los que me caen simpáticos, sino a todos. Dios está en mi hermano. Dios se manifiesta de mil maneras y nosotros no lo tenemos en cuenta.


Para concluir, termino con un cuentito: dice que había una vez un monasterio, donde muchos jóvenes abrazaban la vida monástica, se hacían monjes y a la vez había muchas personas que durante los fines de semana, aprovechaban del monasterio para hacer retiros espirituales. Es así que ese monasterio tenía muchísima vida, no solo los días de semana, sino también muchos fines de semana donde muchos participaban y hacían retiros. Por esas cuestiones de la vida, fue pasando el tiempo y se fue apagando la vida. Y ya no había demasiado jóvenes que abrazaban la vida monástica, ya no había mucha gente que hacia retiros y el edificio empezó a quedar grande, casi demasiado grande. Sólo quedaban unas pocas monjas que estaban viviendo en el monasterio y muy esporádicamente, personas que participaban en los retiros. Entonces el abad, frente a esa preocupación que tenía, decide consultar con un sabio. Y le pregunta: “¿qué pasó? ¿Por qué están en esa situación? ¿Qué hicieron de malo?” y entonces se acerca este sabio del desierto, se presenta ante el abad del monasterio quien le pregunta por qué están en esta situación. El sabio le contesta que “es porque ustedes han conocido un pecado”. Se asusta el abad y dice: “¿un pecado? Pero Señor ¿qué pecado hemos cometido?” “Ustedes han cometido un pecado de ignorancia”. “Pero ¿en qué consiste este pecado?”. “El pecado de ignorancia que han cometido, es que Cristo está disfrazado en su monasterio y ustedes no se dieron cuenta”.


Entonces el abad se pregunta: “¿y quién será? ¿Será el hermano portero? Y puede ser… ¿será el hermano…? Na, seguro que no. Y pero ¿quién será, si está disfrazado?” Así que con esas inquietudes, en el monasterio reunió a todos los monjes y les manifestó lo que el maestro le había comentado, de que el mesías estaba escondido en el monasterio, estaba disfrazado y no se habían dado cuenta. Entonces se empezaron a mirar unos a otros, pero como no salió a la luz, llegaron a la cuenta de que si estaba disfrazado no se iba a descubrir, iba a quedar disfrazado. Entonces todos empezaron a tratar a todos los hermanos como si trataran al mismísimo Jesús, como si trataran al mismo Cristo y, de esa manera, Cristo volvió a habitar ese monasterio y ese monasterio volvió a llenarse de vida, porque Jesús estaba en cada uno de nuestros hermanos.


Ojalá, hermanos, podamos vincularnos con Dios para verlo a Jesús en nuestros hermanos.

 

 

 

Oleada Joven