En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le podrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?"
El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.
Palabra de Dios
Pablo Osow
Una familia se pregunta si llegará a fin de mes con su sueldo. Un joven se pregunta si encontrará
el amor. Un empleado se pregunta por cuánto tiempo conservará su trabajo. Una señora se
pregunta hasta cuándo seguirá lúcida. Un anciano se pregunta cuál será su último día. Un
hombre cualquiera se pregunta si hay algo más allá de esta vida.
Todas las preguntas humanas caben en la escena de la Anunciación. María adolescente,
“desconcertada, se preguntaba” (Lc.1,29). Evidentemente, sus dudas van más allá del mero
asombro: se ve sumergida personalmente en el sinsentido, en un problema muy grave, en una
oscuridad aparentemente sin salida. “¿Cómo puede ser esto?” (Lc.1,34), se pregunta María,
resumiendo nuestra búsqueda de respuestas.
“Madre soltera”: un rótulo difícil de llevar en Israel. Pero más allá del “qué dirán”, aparece ante sus
ojos lo incomprensible: a pesar de ser judía y creyente, su proyecto de familia tradicional se ve
trastocado. Nada será igual a partir de la irrupción del Dios de la Vida en su historia. Los años
siguientes serán de peregrinaje, de escondites, de lugares inhóspitos, de pesebres y huidas.
Pero también de cumplimiento de las promesas de felicidad. “El Señor está contigo” (Lc.1,28):
sentirá la fuerza y el acompañamiento de Dios. “Él será grande, y será llamado Hijo de Dios”; “su
Reino no tendrá fin” (Lc.1,32-33). Promesas cumplidas después de mucho tiempo, de muchas lágrimas, de mucho caminar junto a
su hijo, de mucho confiar.
Su anciana prima Isabel queda embarazada también, como una prueba del poder de Dios. Hoy
también reconocemos signos de esperanza, que nos ayudan a creer y posibilitan el milagro de
seguir luchando. Pequeños o grandes acontecimientos que nos invitan a esperar. Pequeñas
navidades que preparan la llegada de las gran Navidad.
– En tu vida, ¿Cuáles son esos signos, esas pruebas, esos acontecimientos?
– ¿Cuáles son tus grandes preguntas acerca de la vida?
– ¿Confiás en la felicidad que Dios nos promete?