Evangelio segun San Juan 1-, 19-28

jueves, 29 de diciembre de
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 Este es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos de Jerusalén enviaron una comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era. El confesó rotundamente:

«Yo no soy el Mesías». 

Ellos le preguntaron:

«Entonces, ¿eres tú Elías?» 

Juan respondió: 

«No soy Elías».

Volvieron a preguntarle: 

«¿Eres el Profeta que esperamos?» 

El respondió: 

«No».

De nuevo insistieron: 

«Entonces dinos quién eres. Tenemos que dar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?» 

Juan, aplicándose las palabras del profeta Isaías, contestó: 

«Yo soy la voz que grita en el desierto: enderecen el camino del Señor».

Algunos de la comisión eran fariseos. Estos le preguntaron: 

«Si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta esperado, ¿por qué bautizas?» 

Juan afirmó: 

«Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno a quien no conocen. El viene detrás de mí, aunque yo no soy digno de desatar las correas de sus sandalias».

Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.



Palabra de Dios




Pbro. Maximiliano Turri



Comenzamos un nuevo año. Eso significa cargarlo de expectativas, deseos y esperanzas. Siempre que se comienza una nueva etapa en la vida, se la comienzan con muchas ganas y con muchas dudas. ¿Qué traerá el nuevo año? ¿Qué cosas podré definitivamente resolver? Preguntas que todos nos hacemos. Preguntas que nos acompañan siempre. Pero que no debemos, no queremos ni podemos dejar de empezarlo sin la presencia de Dios. No de casualidad comenzó el año nuevo un domingo. Eso nos muestra que lo central debe ser la presencia de Dios. Él debe ser el centro del año que comenzamos y Él debe ser el que nos vaya guiando en el camino que nos espera recorrer.

 

Comenzar el año en la presencia de Dios, es colocarse bajo la luz de su palabra. Como dice el salmista: “Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino” (Sal 119, 105) Es dejar que Su Palabra nos vaya mostrando qué pasos decidir y qué opciones elegir para cumplir su voluntad. Voluntad en la que encontramos la paz y la alegría que nuestros corazones anhelan. No sabemos qué será del año 2012, pero sí sabemos que Dios no nos abandonará, que siempre nos estará mostrando el camino a recorrer. Eso significa que debemos estar con el corazón atento y puro para descubrir los designios que Él tiene para cada uno.

 

Este lunes la liturgia nos propone, una vez más a Juan el Bautista. Mostrándonos cómo es que Dios hace las cosas. Si bien es cierto que siempre Dios tiene la iniciativa en todo, esto es, creer o amar como Él ama. La respuesta humana no es algo que pase desapercibido. Dios siempre incluye lo que nosotros somos capaces de decidir o elegir. La imagen de que Juan estuviese en el desierto habla de que él se preparó para ese encuentro, para la respuesta. El desierto es la posibilidad de que el hombre esté en condiciones para escuchar, para atender y para responder a lo que Dios le pide.

 

La figura de Juan el Bautista nos viene bien a nosotros, que nos predisponemos a comenzar este año. Año que necesitamos vivirlo en la misma actitud que tuvo él. Supo dejarse guiar al desierto, supo estar atento a la Palabra de Dios y dio testimonio de aquél que vendría, de aquél que ni siquiera era digno de desatarle la sandalia (Jn 1,27) La grandeza de Juan es que él no se coloca en el centro, sino que le deja lugar al que verdaderamente importa. Él no se muestra a sí mismo, sino que señala al que sí vale. Él no se pone delante para que lo vean, sino que da muestras de quién es el que lo llamó y quién es aquél que todos esperan.

 

Para todos los que creemos en Jesús. Para todos los que nos toca hablar y sobre todo mostrar, el ejemplo de Juan nos viene bien. El único que tiene que notarse en lo que hacemos, en lo que hablamos, en lo que mostramos tiene que ser Él. Para que así nuestro testimonio valga y los demás puedan ser trasformados. Para ser, así, realmente testigos de aquél que “está en medio de ustedes y no lo conocen” (Jn 1,26)

 

La Palabra de Dios sea nuestro centro, nuestro alimento y nuestra vida. Con este propósito te invito a recorrer el año que comienza.

 

¡Que tengas un hermoso día, que Dios te bendiga!

 

 

Oleada Joven