Rosario Rodriguez creció en Michigan – EEUU, hoy reside en Los Ángeles. Su testimonio es un verdadero tesoro que demuestra el infinito poder del perdón ¿Por qué? Porque logró sobrevivir a un asesino en serie y unos años más tarde a un robo violento logrando la liberación del perdón.
Cuando tenía 14 años, al salir del colegio, un hombre la raptó, la llevó a un descampado y se tiró encima de ella queriendo tapar su boca, fue imposible porque con toda su fuerza gritaba “el Avemaría”. El hombre la “miró, parecía muy asustado y aterrorizado, dio un brinco y salió corriendo”. Luego Rosario se enteró, por la policía, que aquel hombre era un asesino serial y que ella era la única de sus víctimas que había logrado sobrevivir.
A pesar de sentirse muy agradecida por la protección de María, de Dios, en su corazón comenzó a crecer “un odio visceral contra quien le había hecho eso a ella, una niña, y a todas las demás.” Este sentimiento hacia de ella una persona triste, llena de ira, depresiva.
Se aferró a la palabra del Señor que dice “Cuando reces, si tienes algo contra alguien, perdonalo, para que tu Padre del cielo te perdone también a tus pecados” (Mc 11, 25-26). Rezar con la palabra abrió su corazón al perdón y esto la llevó a experimentar “una gran alegría y una gran paz, una alegría increíble” dejando de sentirse agotada por no la falta de perdón.
Según cuenta Rosario, esto fue la antesala para lo que tendría que enfrentar después. El 29 de junio de 2009, cuando iba de camino a visitar a unos amigos, fue víctima de un violento robo. La persona que intentó quitarle su cartera, tal vez por pensar que ella se resistía, le disparó hiriéndola en el pecho. La ladrona se subió a un auto y Rosario quería recordar la matrícula, pero no lograba verla. Por razones desconocidas el auto se detuvo y ella logró distinguir y luego recordar la palabra que la misma tenía “Shield” que significa escudo. Así bautizó luego su blog en donde compartió todo su testimonio.
El camino de recuperación fue largo porque el disparo había dañado varios organos. Fue sometida a una operación que duró 8 horas. Una vez superada la primera etapa, había algo de lo que Rosario estaba segura, no iba darle lugar a la ira y el enojo, ya sabía lo que esto significaba. Por lo tanto decidió perdonar a quién la había lastimado de esa manera.
Por todo esto que le tocó vivir, Rosario dedica su vida a compartir este testimonio, a difundir la importancia de perdonar para experimentar la liberación.
Este fue y es su escudo, la palabra en Ef. 6, 13: “Ponte la armadura de Dios, para que puedas resistir en el día malo y mantenerte firme después de haber superado todos los obstáculos”.
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