Alejandro Gallay es de Gualeguaychú – Ente Rios, tiene 27 años. Fue votado como “Representante Cultural”, lugar que antes tenía la Reina local del Turismo. Desde 2016, la ciudad no tiene más reina de la belleza, sino que elige a quienes se destaquen por su trayectoria, sensibilidad social y cultura general.
Alejandro fue elegido por su testimonio de superación y por su sentido de la solidaridad. Él fue propuesto por el centro de recuperación de adictos “Hogar de Cristo”. Leonel, el otro joven elegido fue propuesto por la ONG “Creo”.
De esta forma, se “cuestiona la legitimidad de lo estético como único criterio de selección o parámetro de representación de la ciudad” y tomar “una imagen de la mujer como objeto y no como sujeto”, sostuvo el responsable de Derechos Humanos de la Municipalidad, Matías Ayastuy, en su conversarión con el medio gráfico La Nación.
“En una sociedad donde todos abren el corazón y brindan oportunidades, se tejen redes de esperanza”, dice Alejandro. Él y Leonel han trabajado ya en tareas solidarias en común. “Formamos un grupo para ayudar a afectados por inundaciones, compartimos las noches solidarias y salimos a repartir alimentos. E hicimos la campaña ‘Vamos a la escuela’, con la cual conseguimos 200 mochilas para los chicos que no pueden comprarlas”, contó Leonel
Alejandro, hijo de una familia numerosa, dijo: “Al principio creés que podés manejar el consumo y dejar cuando quieras. Pero a medida que crece, el consumo te tiene a vos”. “Consumir es sólo el emergente. La falta de oportunidades es el fondo; un sistema que excluye, la carencia de educación de calidad, los problemas familiares, sin trabajo digno para padres o hijos, hacen que un chico termine con drogas”, agrega. “Y yo caí. Pero me levanté. Llegué al Hogar de Cristo en busca de ayuda. Y terminé a la vez ayudando en las noches donde se reparte comida a los vecinos del barrio”.
Durante su recuperación, hizo un curso de huerta y otro de reciclado. Encontró manos tendidas y abrió las suyas. Quiso formarse. Estudió protocolos de emergencia y terminó egresando como Operador socio-terapéutico en adicciones (CPSA). Se casó con Evangelina Tapari. “Ella fue el impulso de mi recuperación; ha superado muchas pérdidas y le pone fuerza y alegría a todo”, comentó. Es padre de Felicitas, de un año y medio. Sigue siendo voluntario en el Hogar y trabaja como operario en una fábrica metalúrgica.
“Quería mostrar que el trabajo que hacemos sirve y que se puede salir de las drogas”, explicó Alejandro. Por eso, desde hace más de un año, comenzó a difundir el avance de recuperación de sus compañeros y el suyo propio. “Para que la comunidad y los pibes que no han llegado todavía al Hogar se animen -dice-. El Hogar es una familia grande que me hizo crecer. Desde el límite de lo inhumano vamos viendo cómo alguien se recupera. Y cuando salimos en las noches a repartir comida a los asentamientos de casas de madera, y veo a la gente que pasa frío. vuelvo a mis cosas y todo me resulta más fácil, no me sale quejarme de nada por más dificultades que tenga”.
El Hogar de Cristo funciona de día. Tiene herrería, invernadero, carpintería. Hay mujeres y varones voluntarios, abogados, psicólogos, acompañantes, médicos, seminaristas, sacerdotes. “Ellos no son del barrio y ese gesto para nosotros no es insignificante. Porque andan por todos lados sin miedo. Nos hacen sentir personas sin necesidad de discursos”.
Reconoce, sin embargo, que no todo es positivo: hay problemas que enfrentar, algunos recaen, hay gente que desconfía.
En estos tres años de recuperación, Alejandro aprendió a hacerse cargo de responsabilidades y a cuidar a otros. Fue coordinador de las noches solidarias y de la huerta, acompañante de otros chicos en gestiones y en visitas carcelarias, vendió los trabajos de los talleres, dio charlas en colegios. Ahora, recorre la provincia de Entre Ríos con el Movimiento Nacional “Ni un pibe menos por la droga”. Procura que más jóvenes se animen a dejar la droga.
Dice que sigue “los pasos del Hogar y de los curas villeros” y que está feliz. “En mi ciudad y a través del voto popular me declararon su representante cultural. Quiero seguir trabajando, porque noto la felicidad en la cara de mis padres”, asegura. “Y en la de Evangelina, quien me enseñó a sanar; ella es una constante militante del amor”, añade. Por eso, Alejandro quiere construir una sociedad “que haga lugar a los que más sufren”.