Señor, no permitas que nos encerremos en nuestros duelos
ni autocompasiones,
no nos dejes dar demasiada importancia
a lo que nos ocurre,
impide que la enfermedad, el paro,
el desamor o la desgracia nos bloquee,
porque entonces vivimos sin Vos,
y así no hay forma de superarlas.
¡Cuántas veces nos has demostrado
que vivimos anclados en nuestra pena
y lo único que nos libera es dejar de autocompadecernos
y escuchar al otro!
Minimiza, Señor, nuestros miedos y volvenos misericordiosos,
compasivos con los hermanos y perceptivos de sus dificultades.
Sólo así podremos sanarnos y recuperar la energía vital.
Entrá, Señor, pasá hasta el fondo, al silencio de mi corazón,
más allá de mi cabeza ruidosa y de mi mente egocéntrica.
Pasá y haceme sentir como Vos, acompañar como Vos.
Porque quiero saber aliviar el dolor de los otros, perdonar siempre,
descargar del peso de la vida y desculpabilizar y liberar a mis hermanos.
Pasá, Señor, aunque yo no te busque, distraído en los afanes de la vida, pasá…
Sos Vos el único que da sentido a mi existencia,
el que minimiza mis errores y me vuelve misericordia inmediata,
amor gratuito, amistad regalada y caricia de vida.
Cuando te dejo entrar en mí, me tomas al asalto y me vuelves todo amor.
Gracias por estos miedos que te reclaman,
gracias por mis fragilidades que me quitan prepotencias,
gracias porque siendo pequeño, me volvés grande y capaz,
gracias porque contigo soy luz para el camino oscuro de la vida
y sal que aporta chispa y humor para facilitar las situaciones.
Gracias por entrar…por pasar hasta el fondo de mí…..
Mari Patxi Ayerra y Álvaro Ginel