Virgen María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive.
En San Juan Diego, el más pequeño de tus hijos, Tú dices hoy a los pueblos de América Latina: ‘¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás por ventura en mi regazo?’
Por eso nosotros con profundo agradecimiento reconocemos a través de los siglos todas las muestras de tu amor maternal, tu constante auxilio, compasión y defensa de los moradores de nuestras tierras, de los pobres y sencillos de corazón.
Con esta certeza filial, acudimos a ti, para pedirte, que así como ayer vuelvas a darnos a tu Divino Hijo, porque sólo en el encuentro con Él se renueva la existencia personal y se abre el camino para la edificación de una sociedad justa y fraterna.
A ti, ‘Misionera Celeste del Nuevo Mundo’, que eres el rostro mestizo de América y luminosamente manifiestas su identidad, unidad y originalidad, confiamos el destino de nuestros Pueblos.
A ti, Pedagoga del Evangelio de Cristo, Estrella de la Nueva Evangelización, consagramos la labor misionera del Pueblo de Dios peregrino en América Latina.
¡Oh Dulce Señora!, ¡Oh Madre Nuestra!, ¡Oh siempre Virgen María! ¡Tu presencia nos hace hermanos!
Acoge con amor esta súplica de tus hijos y bendice esta amada tierra tuya con los dones de la reconciliación y la paz.
Amén
Oración dada a conocer el 12 de diciembre del 2011 por el Pontificia Comisión para América Latina