¿Sabías que fue un argentino el artífice, junto a Juan PabloII, de las Jornadas Mundiales de la Juventud? Se trata del Cardenal Eduardo Pironio, quien en aquel entonces era Presidente del Pontificio Consejo para laicos. En 1985 la Organización de las Naciones Unidas decidió proclamar ese año como el "Año Internacional de la Juventud", y el entonces Papa Juan Pablo II pensó que la iglesia debía hacerse presente en esa convocatoria. Le encargó al Cardenal Pironio que buscara los caminos más apropiados.
Así en las vísperas del Domingo de Ramos de 1985, se hizo un nuevo encuentro Internacional de jóvenes, en San Juan de Letrán (Italia). El año anterior se había dado un encuentro de jóvenes durante el Jubileo de 1983-1984, llamado Año Santo de la Redención en recuerdo de la muerte de Jesús 1950 años antes, con la participación de más de 300 mil jóvenes. La edición del 85 superó ampliamente a la del jubileo, y así sugió la idea de la Jornada Mundial de la Juventud.
La primera Jornada Mundial de la Juventud se realizó en Buenos Aires en 1987, siendo la Argentina el primer lugar de encuentro, fuera de Italia. En ese año participaron más de un millón y medio de jóvenes, que se congregaron en nuestro país. Sin dudas, la opción por nuestro país tiene que ver con la presencia del Cardenal Pironio como mentor de estos encuentros.
En uno de los mensajes a los jóvenes, el Cardenal Pironio expresó: "La celebración de la Jornada Mundial en Buenos Aires -en un continente de cruz y de esperanza, como es América Latina- presenta a los jóvenes un triple desafío: a su oración, a su esperanza, a su amor. Para ello trataremos de reflexionar juntos, a la luz del Evangelio, y de hacer de nuestra vida una opción fundamental por Jesucristo y su Evangelio".
Bartolomé de Vedia en su libro "La esperanza como camino: vida del Cardenal Eduardo Pironio" cuenta que en 1995, durante uno de los encuentros del Papa con los jóvenes, Pironio definió así el espíritu que animaba a los participantes:
"Estos jóvenes, Santo Padre, no han venido a hacer turismo. Han venido a orar, meditar, compartir con usted. Han venido porque saben que Jesús es el único que salva y quieren dar razón de su esperanza al mundo.
Han venido, Santo Padre, ¡porque creen en el Papa, le aman y le siguen!…
Estos jóvenes no temen al cansancio, el sufrimiento o la cruz. Sólo tienen miedo de la mediocridad, de la indiferencia y del pecado. Santo Padre: usted ha enseñado a estos jóvenes a no tener miedo de ser santos y a volar siempre a gran altura".