La vocación es ante todo una elección que Dios hace de una persona, desde toda la eternidad, para que realice una misión y se realice plenamente en ella. La elección es ejercida por la voluntad libre de Dios y es eterna. Se convierte en Vocación = Llamada, cuando se concretiza en el tiempo. La persona “se entero” de que Dios le propone un modo de vida particular y una misión especial.
Todos tenemos vocación. Todos estamos llamados a ser personas cristianas, porque Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4) y la Verdad es Cristo.
Ser cristiano es un don de Dios que se recibe en el Bautismo; pero es también un compromiso con una Persona: Jesucristo.
Ser cristiano es una vocación básica o fundamental. Pero si se toma ésta en serio, ¡hay más!, está la vocación específica, que tiene tres alternativas posibles:
– VOCACIÓN LAICAL (matrimonial – consagrada – célibe).
– VOCACIÓN SACERDOTAL.
– VOCACIÓN CONSAGRADA (Congregaciones religiosa).
Todas las vocaciones son “misioneras”, todo discípulo es misionero.
No se descubre, ciertamente, haciendo un trámite…Ni sentándose a pensar “qué me llevo” luego de haber mirado la “vidriera de las vocaciones” que hay en la Iglesia.
Se trata de un diálogo progresivo y de un compromiso gradual con Dios. Hace falta una predisposición impregnada de generosidad y humilde disponibilidad. Quien está así, podrá ir leyendo los signos interiores y exteriores que Dios le va presentando en el camino, como los carteles de la ruta.
No basta un solo signo, hay que ir reconociendo todos aquellos que en la historia vocacional de la persona indican el mismo “lugar” de llegada.
No hay ecuación matemática para descubrir la vocación, pero sí hay una historia de ocasiones que fue y va ofreciendo Dios, y una historia de respuestas que va dando la persona.
En la me dida en que hay respuestas comprometidas en actitudes y en accione concretas, van surgiendo nuevos signos…
Además, Dios siempre llama para algo, o sea, para realiza una misión particular… En síntesis, ¿cómo se descubre la vocación?:
1 – desprendiéndose de todo apego.
2- buscando sólo la voluntad de Dios.
3- respondiendo siempre afirmativamente a DIOS.
Se trata de aquellas razones, ideales, convicciones, sentimientos…que originan, explican y sostienen las decisiones y las acciones o actitudes de una persona. En definitiva, lo que responde al “por qué motor” de lo que se hace o busca.
Llevado al terreno vocacional, hay que decir que no basta con saber lo que uno quiere, sino por qué lo quiere. Hay que hacer una valoración real de aquello por lo que se opta y de todas las exigencias y riesgos que supone.
Por eso, es necesario analizar las motivaciones que tiene por ejemplo un joven, a la hora de hacer su opción fundamental; como a la hora de otras decisiones como puede ser el estado de vida (matrimonio, sacerdocio o vida consagrada) y la de la profesión.
En el joven puede haber exigencias o inclinaciones personales que él pretende realizar, pero no siempre es consciente de qué es lo que lo mueve realmente, cuál es el “por qué” de lo que se siente llamado a hacer. Las motivaciones pueden ser inconscientes (“disfrazadas”), y llegar a ser éstas las que definen una opción.
El tema es complejo, porque se mezclan las conscientes y las inconscientes (que las hay siempre); lo que hay que cuidar es que estas últimas no sean las que imperen o prevalezcan y, por así decir, “sostengan el edificio…”, porque tarde o temprano, se caerá. Por ejemplo: el miedo a la sexualidad puede ser, en algún caso, el origen de la elección del celibato…; o querer hacer el bien dedicándose a ayudar a los pobres, puede llevar a elegir ingresar en una Congregación franciscana… Esto no basta para iniciar y sostener un camino vocacional, ya que ni siquiera asegura por sí que haya vocación auténtica.
En el campo del discernimiento vocacional se da una interesante clasificación de motivaciones:
Motivaciones inválidas (del todo inadecuadas e inconsistentes):
Son aquellas motivaciones descaradamente egocéntricas, fantasiosas, o exageradamente dependientes. Por ejemplo: querer ser religioso para salvar el alma y por miedo a condenarse; o para no disgustar a la madre; o para tener en la Iglesia un título de poder sobre los demás…
Motivaciones inadecuadas (no del todo inválidas e inconsistentes; sí secundarias):
Son aquellas que se fundamentan en aspectos parciales de la vocación o bien destacan los beneficios o consecuencias de la misma. Por ejemplo: querer ser sacerdote por ventajas humanas; por el simple gusto de trabajar con los jóvenes; como medio para luchar por la justicia social; por el sólo atractivo de la vida comunitaria… (Tener en cuenta que estas motivaciones no son por sí mismas signo negativo vocacional. Lo que habrá que hacer es ayudar a encauzarlas, purificarlas, madurarlas…, hasta hacerlas válidas).
Motivaciones adecuadas (realmente válidas y consistentes):
Son aquellas que se fundamentan en valores evangélicos y se expresan en actitudes y comportamientos adecuados a aquellos valores. Por ejemplo: para continuar el ministerio de Cristo; para anunciar proféticamente los valores del Reino en el mundo de los contravalores; por puro amor a Dios, a Jesús; por seguir y hacer presente a Cristo virgen, obediente y pobre…
Las motivaciones pueden también ayudar a esclarecer la autenticidad de los signos vocacionales.
Espero que estos elementos puedan ser útiles al momento de aplicarlos, aprovechando a la maduración de quien quiera hacer primeramente y en todo, la voluntad de Dios.
A los signos vocacionales, además de percibirlos y sentirlos, hay que “leerlos” y discernirlos, es decir, interpretarlos para poder reflexionarlos, asociarlos, orarlos…; indagar su autenticidad.
No basta un solo signo aislado para tomar una decisión. De ahí que la consulta con el acompañante espiritual es indispensable; hace falta ver el conjunto de la experiencia de vida de la persona y acertar con el significado que tiene el signo en el momento presente.
La llamada a una vida de especial consagración (sacerdotal o religiosa) o a una vida de servicio comprometido en la Iglesia y en el mundo (vocación laical), se va dando por medio de experiencias de vida en las que interiormente se siente la inclinación a dedicarse con preferencia a ellas: por ej. hacer un retiro espiritual o tomarse tiempos prolongados para estar a solas con el Señor; integrar un grupo de jóvenes cristianos; realizar un servicio de caridad (comedor infantil, visitar enfermos, ir a la villa…); en el verano ir de misión, etc.
Cuando todo esto va acompañado del amor a Cristo crucificado, de un consuelo interior profundo y de una actitud sumisa de servicio a la Iglesia, se constituye en auténtico signo vocacional. Al irse comprometiendo, poco a poco va perdiendo atractivo todo lo demás, y se siente más y más fuerte la presencia íntima y amorosa de Jesús, junto con la necesidad de morir al pecado, de renunciar al mundo y de vivir sólo para Dios.
Se trata de una atracción profunda, como un ofrecimiento de amistad y de desposorio que reclama un “sí” de totalidad y universalidad, de modo que la persona llamada no tiene demasiada necesidad de explicaciones. Como dijo la Madre Teresa : la que tiene vocación, lo sabe en su corazón.
Para saber si se trata de un signo, hace falta:
a- Describir que pasó. Decir objetivamente de qué se trata, sea dentro o fuera.
b- Ver qué me provocó (repercusión única; muy personal; fundamental…)
c- Pensar qué debería hacer (como reacción o respuesta adecuada)
d- ¿Puedo hacer eso que entiendo? ¿Qué o quién me lo impediría?
e- ¿Quiero hacerlo?
El signo vocacional es independiente de querer o no querer responder a la vocación. Suele ser recurrente en el tiempo, presentándose de distintas maneras, y también concurrente en un mismo punto, dando a entender siempre lo mismo (al que quiera entender…).
• Hay signos que señalan el estado de vida que corresponde a la persona y la misión qué se le encomienda.
• Hay signos que indican el lugar donde concretar la llamada: congregación, movimiento, seminario, parroquia…
• Hay signos que revelan una modalidad particular de vivir esa vocación: carisma, estilo, espiritualidad, etc.
• Hay signos que “manifiestan el tiempo más oportuno para dar pasos hacia la realización de la vocación.
Pero hay que saber que todo signo vocacional siempre lleva a más y mejor. Más intimidad con Jesús. Más compromiso con El. Más dedicación al servicio del Reino en y desde la Iglesia. Mejor calidad de vida cristiana en coherencia con el Evangelio… Esto le confiere autenticidad al signo, y por lo tanto a la motivación para responder.
Vimos que el origen de toda vocación es siempre Dios; es una elección de Dios desde siempre que se transforma en llamada, para realizar una misión en la Iglesia, para lo cual hace falta dar una respuesta personal y libre.
Dijimos que para descubrir la vocación hay que estar en una disposición de desapego, de búsqueda y de aceptación de la voluntad de Dios. Pero… ¿cuáles son los signos vocacionales?
A . Lo primero es saber que el signo consiste en “una realidad sensible que encierra un mensaje para mí”. Para la llamada, Dios se vale de medios para que yo me entere. Me manda mensajes, como los carteles en la ruta, que indican, o bien el lugar donde tengo que ir, o algún lugar anterior por el que tengo que pasar… Unos signos llevan a otros.
* Hay signos interiores: Dios llama a las personas por medio de impresiones o emociones, que luego deben ser discernidas. Ver qué se percibe y ante qué… Ponerle nombre.
* La llamada puede ser directa:
– Iluminación de la inteligencia
– Movimiento de la voluntad
– Conversión-movimiento del corazón
Son impresiones que resuenan dentro: Interés -desinterés /Atracción – rechazo / Gusto – disgusto / Paz – turbación /Alegría – tristeza. Se presentan sin buscarlas y son profundas.
* Hay signos exteriores:
La llamada puede ser indirecta:
– A través de otras personas, p.e. un sacerdote, una religiosa, un laico comprometido en la Iglesia
– Á través de una predicación, charla, encuentro vocacional…
– A través de las necesidades que se ven en el medio en que se vive (pobres, enfermos, chicos de la calle, jóvenes desorientados, ignorancia religiosa, injusticias/deseos de santidad, etc.),
No siempre logra ver claro la persona misma que busca la voluntad de Dios. Los acontecimientos, situaciones de vida, personas, manifiestan más claramente dicha voluntad. Cuando Dios llama a una persona, lo hace en forma de dialogo, de cuestionamiento. Por ejemplo: ¿Por qué existe tanto mal, tantos pecados en el mundo? ¿Qué puedo hacer para que el mundo sea mejor? ¿Cual es mi tarea, mi misión en todo esto?
B. Lo segundo que es necesario hacer con los signos, es INTERPRETARLOS. Y para eso hace falta hacer una lectura y discernimiento. Los medios de que nos valemos paro esto son:
– La oración
– La reflexión
– La consulta
C . Lo tercero, es buscar una CONFIRMACIÓN de parte del mismo Dios, en clima de retiro y oración. La señal de haber encontrado la voluntad de Dios, es la paz interior que deja, y la garantía es la voz de la Iglesia a través de sus pastores, que autentifica la validez de los signos.
D . Pero no basta lo anterior si no se da la DECISIÓN de responder en la línea de la llamada discernida y confirmada. Esta decisión es personal y absolutamente libre. Nadie puede forzarla ni tomarla en lugar de la persona elegida por Dios.
E . Y el último “paso” de este camino de búsqueda vocacional, es laCONCRECIÓN , o sea dar el paso… Sino todo lo anterior resultaría poco menos que inútil.
Para ir terminando por ahora, hay que decir que hace falta crecer en la apertura del corazón para “ver” los signos, observarlos, y buscar su interpretación hasta llegar a la meta.
Adaptado y recopilado por el Pbro. Marcelo Cantero