Cierta vez, un demonio interpeló a un hombre:
Tu que eres casado, ¿te sientes capaz de responder honestamente algunas preguntas sobre ti y tu pareja?
Si, dijo el hombre.
Pues, allí van:
¿Eres feliz con tu pareja?
¿Siempre, en todo momento, en cualquier lugar y situación?
– No, a veces sus actitudes me entristecen o me molestan o me enojan.
¿Entonces porque dices ser feliz?
– Porque la felicidad no se mide por un mal momento, ni un instante de enojo o por una incomprensión pasajera. Sino por cientos de pequeñas complicidades. Porque mi corazón salta de alegría al tenerla cerca, se empaña mi vista y oscurece mi día si no estoy con ella.
¿Eres fiel a tu pareja?
No. Algunas veces mi mente divaga como velero sin timón y lleva a mi corazón a una tormenta sin razón.
¿Entonces estuviste con otra mujer?
Nunca.
¿Y sin embargo dices ser infiel?
No. Siento ser infiel cuando mi subconciente me lleva a mirar una mujer mas allá de lo admirativo, o cuando mis sueños se vuelven grotescas situaciones donde aparece otra mujer y no la amada.
¿Te sucede seguido?
Cada muerte de obispo, dijo el hombre.
¿Y porque te culpas?. Eres humano. Es solo un pequeño desliz.
Porque yo deseo hasta en sueños ser fiel a mi amada.
¿No te parece que eres un poco mojigato, un dinosaurio, un mentiroso machista reprimido que no se atreve a ser libre y dejar que el deseo sea libre en ti?
El deseo no es malo, si va acompañado del amor. Pero no de cualquier amor, del amor fiel, responsable y sostenido por el amor divino del matrimonio o pensado para el matrimonio.
¿No te parece que sos un latoso, un anormal que no sabe divertirse?
La diversión tampoco es mala, cuando tiene ansias de respeto por los demás, cuando vuela en alas de entregar mas que recibir.
¿A quien crees que engañas con ese cuento?.Cualquiera que te escuche diría que sos un loco, un visionario, un creyente ecuménico.
No, soy un enamorado de Dios. Con muchas fallas y muchos defectos.
¿Acaso quieres ser santo?
Si.
Cuando tu mujer te sea infiel, ¡te vas a arrepentir!.
Mi mujer piensa como yo. Y si algún día cae, como puedo caer yo. Le pido al Señor la voluntad de perdonar y ser perdonado y la virtud de recuperar la confianza.
NO TE CREO.
Por eso tu eres un demonio y yo solo un hombrecito que desea ser santo.
En ese momento el demonio viendo que no podía torcer la voluntad y convicción del hombre, partió no sin dejar una última inquina.
Nos volveremos a ver y no creas que siempre ganarás.
Lo sé, dijo el hombre. Rezo a Dios por su apoyo. Sin él nunca vencería. Ve en paz.
Esas últimas palabras hicieron que el demonio ardiera de furia, desapareciendo en una nube de ira.
… Y tu mi amigo, ¿a quien te asemejas : al demonio libertino o al hombre paciente y creyente?.-