Siempre se puede volver

jueves, 27 de octubre de

 

 

Alguna vez en la vida todos caemos en caminos que no conducen a ninguna parte, en callejones sin salida que terminan frente a un muro, en desvíos que parecen interminables, en caminos extraviados que nos conducen en la dirección opuesta, en sendas que se pierden en la arena. Y lo vivimos de modo similar al hijo perdido, y de pronto reconocemos: así no puedo seguir. “Me levantaré e iré a mi Padre (Lc 15, 18)”. El término griego anastas que figura allí significa en realidad: levantarse. Es la palabra utilizada para la Resurrección. En algún momento en nuestros caminos extraviados quisiéramos levantarnos y transitar el propio camino. Entonces celebraremos la Resurrección. Entonces el Ángel celebra con nosotros. Y fue el Ángel que nos sugirió levantarnos y no continuar andando en los caminos que no conducen a ningún sitio, a arriesgar la rebelión contra todo lo que nos obstaculiza el camino hacia la Vida.



Reconforta saber que nuestro Ángel nos acompaña en todos nuestros desvíos y caminos extraviados.



Evidentemente tiene paciencia con nosotros. No nos abandona, tampoco cuando nuestro camino se vuelve escarpado. Podemos confiar en que algún momento en nuestro camino hablará y nos sugerirá en el corazón, levantarnos y elegir el camino que nos conduce a la mayor vitalidad, libertad y amor.

 

 

Fuente: ¡No te olvides de lo mejor!, Anselm Grun, Editorial Bonum

 

Oleada Joven