El Don del Amor

lunes, 21 de noviembre de

 

 

 

Una vez más, debo volver a la Eucaristía. “Porque aun siendo muchos, somos un solo pan y un solo cuerpo, pues todos participamos de un solo pan”, dice San Pablo (1 Co. 10, 17). Con esto quiere decir: puesto que recibimos al mismo Señor y Él nos acoge y nos atrae hacia sí, seamos también una sola cosa ente nosotros.

 

Esto debe manifestarse en la vida. Debe mostrarse en la capacidad de perdón. Debe manifestarse en la sensibilidad hacia las necesidades de los demás. Debe manifestarse en la disponibilidad para compartir. Debe manifestarse en el compromiso con el prójimo, tanto con el cercano como en el externamente lejano, que, sin embargo, nos atañe siempre de cerca.

 

Existen hoy formas de voluntariado, modelos de servicio mutuo, de los cuales justamente nuestra sociedad tiene necesidad urgente. No debemos, por ejemplo, abandonar a los ancianos en su soledad, no debemos pasar de largo ante los que sufren. Si pensamos y vivimos ne virtud e la comunión con Cristo, entonces se nos abren los ojos. Entonces no nos adaptaremos más a seguir viviendo preocupados solamente por nosotros mismos, sino que veremos dónde y cómo somos necesarios. Viviendo y actuando así nos daremos cuenta bien pronto de que es mucho más bello ser útiles y estar a disposición de los demás que preocuparse sólo de las comodidades que se nos ofrecen. Yo sé que vosotros como jóvenes aspiráis a cosas grandes, que queréis comprometeros por un mundo mejor. Demostrádselo a los hombres, demostrádselo al mundo, que espera exactamente este testimonio de los discípulos de Jesucristo y que, sobre todo mediante vuestro amor, podrá descubrir la estrella que como creyentes seguimos.

 

¡Caminemos con Cristo y vivamos nuestra vida como verdaderos adoradores de Dios! Amén.

 

 

Fuente: La Revolución de Dios, Benedicto XVI, San Pablo

 

Oleada Joven