Adviento: Jesús, horizonte del hombre

sábado, 26 de noviembre de
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Vuelve el tiempo de Adviento y con él la llamada insistente a la esperanza, nos los dice el Señor en el Evangelio: velen y estén preparados … lo que les digo a ustedes. Lo digo para todos: permanezcan alerta.

 

El hombre de hoy, no está dispuesto a tener que esperar. Lo queremos todo y, a ser posible que se nos dé inmediatamente, dejamos entrever una ansiedad que nos invade.

 

Hay que aprender a esperar, y el tiempo de Adviento nos enseña a hacerlo en el Señor.

La esperanza es una manera característica de mirar y  de amar con serenidad. Es un estilo de vida y un combate diario de convertirse de corazón.

El esperar cristiano:

No es adormecerse y soñar

No es creer en una Providencia “tapa agujeros”

No es decir “Señor, Señor”.

Esperar es dar un paso hacia adelante en el servicio y el amor. No vivir aprisionados en los recuerdos del pasado.

Es dar a los demás el ansia de ir más lejos en obrar el bien juntos.

Es apostar por un mundo más justo, arriesgándonos a lograrlo entre todos.

Es huir de la inútil rutina e inventar nuevas maneras de avanzar en el caminar hacia nuestro horizonte: Cristo.

La esperanza cristiana debe ser activa.

No basta decir: “Dios que se compadezca de los que lo necesitan”. Es preciso en su nombre y con su ayuda esforzarnos para colaborar para el bien de todos, sin olvidar que somos por igual hermanos.

La esperanza no es de ninguna manera pasividad. Sólo es verdadero cuando es activa y se esfuerza por hacer más habitable esta tierra.

Sólo podremos encontrar a Cristo comprometiéndonos en la aventura humana de cambiar el mundo, cambiando cada uno en su corazón.

La esperanza cristiana viene a morar en el corazón de quien se da para que venga un mundo nuevo.

Invita a la acción y nos hace sentir la necesidad de un Salvador, la esperanza entonces se convierte en espera no de brazos cruzados, sino activa porque nada puede dispensarnos de trabajar, y estar alertas y vigilantes como nos dice el Señor: vigilen y estén alertas, o sea: evangelicen más por lo que son que por lo que hacen.

A partir de Jesús se comienza a comprender que no se puede ser hombre  de esperanza activa sin que Dios exista. El hombre culmina en Dios, Jesús es la fuente, para todos del conocer y amar a Dios.

 

Fuente: parroquiaicm.wordpress.com

 

Oleada Joven