En aquel tiempo se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" El le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?" El letrado contestó: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo" El le dijo: "Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida" Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo, dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más, yo te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" El letrado contestó: "El que practicó la misericordia con él" Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo".
Palabra de Dios
Monseñor Carlos Ñáñez | Arzobispo de la Arquidiócesis Córdoba
El Evangelio que hoy nos propone la Iglesia contiene una parábola muy bonita, conmovedora y sumamente interpelante. Previa a la exposición de la parábola hay un diálogo muy interesante. Un doctor de la ley le pregunta a Jesús, para ponerlo a prueba, cuál era el mandamiento más importante, quizás había también algo de sinceridad en este doctor de la ley al hacer esa pregunta a Jesús. Y Jesús apuntando a esto último, pasando por alto lo primero, responde remitiendo al doctor a la ley que el conocía, seguramente con exactitud. El doctor de la ley resume magistralmente la enseñanza, respecto del mandamiento principal; Jesús aprueba y ratifica lo que ha dicho el doctor de la ley y entonces lo invita a obrar conforme a lo que él mismo ha propuesto, a lo que ha señalado.
Por ahí nosotros podemos ver que tender a la vida eterna, ser discípulo de Jesús, no es una cosa complicada, se trata de observar un doble mandamiento “amar a Dios con toda el alma; amar al prójimo como a uno mismo”; es exigente, sí, pero no es complicado.
El doctor de la ley para justificar su intervención, hace una nueva pregunta ¿quién es mi prójimo? Entonces viene la parábola tan bonita del buen samaritano, que presenta una escena dramática. Un hombre que ha sido asaltado, herido, abandonado; pasan de largo, frente a él, un sacerdote y un levita, no porque fueran indiferentes, sino porque quizás daban mucha importancia a ciertas prescripciones rituales que decían que las personas que se dedicaban al culto no podían tener contacto con cadáveres, entonces pasan de largo. El samaritano sale de las fronteras nacionales, supera prejuicios, el Evangelio nos dice que judíos y samaritanos no se trataban, y nos presenta una secuencia interesantísima en el proceder de este buen samaritano, nos dice que se conmovió, se acercó, se involucró, vendó las heridas, puso al herido sobre su cabalgadura, lo condujo a un lugar donde podían darles alojamiento, lo cuidó y cuando se tuvo que retirar, lo encomendó a que lo siguieran cuidando y haciéndose cargo de los eventuales gastos.
Es realmente conmovedora la escena, pero es también sumamente interpelante. ¿Cómo actuamos nosotros frente a las necesidades de los demás?, ¿nos conmovemos, nos acercamos?, ¿tratamos, según nuestras posibilidades, de brindar una ayuda?
Esta parábola nos invita a contemplar el proceder de esta persona y a seguir sus pasos. Es precisamente lo que Jesús le dice al doctor de la ley “¿Quién te parece que obró adecuadamente?, ¿quién te parece que se hizo prójimo de esa persona?”, y el doctor de la ley responde “El que tuvo misericordia”, entonces Jesús indica andá y hacé lo mismo, y eso nos lo está diciendo a nosotros también hoy, andá y hacé lo que hizo el buen samaritano. Qué lindo si tratamos de ponerlo en práctica, en obra en nuestra vida.
Hoy la Iglesia recuerda a un santo excepcional, precisamente porque tomó el Evangelio muy en serio, San Francisco de Asís. Que lindo si con la ayuda de este gran santo nosotros nos animamos a ser buenos samaritanos para con los demás, para con nuestros semejantes, para con nuestros hermanos. ¿Nos animamos?
Se lo deseo y me lo deseo con toda el alma, con todo el corazón. Con mi bendición, un saludo cordial para todos.