Evangelio segun san Lucas 20, 27-38

domingo, 7 de noviembre de
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En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella."

Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.

 
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos."
 
Palabra de Dios

 
Monseñor Mario Maulión  Arzobispo de la Diócesis de Paraná

 

Estamos casi en la finalización del año litúrgico, del año del calendario cristiano, estamos en los domingos previos a la fiesta de Cristo Rey y un pensamiento que domina un poco la liturgia es el tema también de la muerte y de lo que será el final.  Nosotros como hombres sabemos que nuestra vida nos viene de nuestros padres, nos viene de otros hombres, porque se unieron y se amaron por eso nacimos. Por eso el Evangelio pone una de las cosas de hoy es que los hombres se casan, esta vida que así comienza, la de cada uno, es la vida que también termina y termina en la muerte. La muerte de quienes nos dieron la vida, la muerte que será la nuestra. La muerte. Ahí termina la vida.
 
 
Frente a esta pregunta, los hombres nos hemos dado y seguimos dándonos diferentes respuestas, que se pueden resumir en estas dos: Sí, si hay otra vida. No, no hay otra vida. Esta cuestión acerca de la vida después de la muerte es la que se le plantea a Jesús por parte de un grupo de judíos que de por sí tenían la fe en el Dios creador pero que ese grupo no consideraba que había resurrección. No creía en la resurrección y Jesús le respondió con dos razones: Dios es el dios de la vida, no la quiere a la vida, la ama, la cuida, la da, la transmite, todos están y estamos vivos ante Dios, en esta vida y después en la otra vida. Así la vida, no termina con la muerte, sino que se cambia. Ya lo decía una antigua oración en la iglesia: La vida es cambiada, no anulada.
 
 
Es Jesús precisamente quien muriendo realmente por el poder de Dios resucita y destruye la vida, señala que esa vida, los que son dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casan, el casamiento es para esta vida aquí en la tierra, después se da como lo dice Jesús, la vida como la de los ángeles, porque son hijos de Dios y son hijos de la resurrección, son palabras que nos llegan y que nos cuesta muchas veces llegar a entender, pero sí por la resurrección de Jesús nosotros llegamos a ser hijos de Dios y somos así hijos del Señor resucitado. Somos hijos de Dios porque el Señor, en Jesús, nos ha hecho sus hijos.
 
 
Los que creen en Él y porque creen en Él y son hijos, es decir, van teniendo, vamos teniendo la misma vida de Dios en nosotros mismos, tomamos parte de la vida de Dios, esa vida que nos viene por el Espíritu de Jesús, es vida de Dios, es decir, como la de Dios, es amar como Dios y con Dios, es dar paz y unión como Dios la da y darla con Dios. Sí, tu y yo vivimos como Dios y con Dios.
En nuestra vida cotidiana, estamos llenos de expectativas y de tristezas, por un lado tenemos esperanzas en que las cosas nos vayan bien y seamos buenos, por otra parte somos golpeados por el mal que nos rodea y también por el mal que hacemos, en esta vida así, es como nosotros tenemos esa Vida Divina en nosotros, por momentos esta Vida Divina está muy oculta y así la sentimos, pero está, con estas palabras tal vez pueda reanimarse esa Vida, seguro que con la Palabra de Dios escuchada con frecuencia, esa Vida se va renovando y reavivando, de ahí la necesidad que tenemos todos, tú y yo y todos los que nos escuchen, de saber escuchar a Dios que nos habla, oyéndolo a Dios vamos viendo que la vida no termina, se cambia. Porque nuestra vida no es un camino hacia la nada, sino es un camino hacia el encuentro con el Señor resucitado, porque nosotros que somos hijos de hombres, por eso vivimos y por eso morimos, somos principalmente hijos de Dios. Así nos regenera el Espíritu que Jesús nos envía y, por esa vida que Jesús nos da, seremos como Él, vivientes y para siempre, porque, lo vuelve a reafirmar Jesús, Dios es un Dios de vivientes, todos viven para Él. Para nosotros que también estamos muchas veces con la tentación del olvido de Dios, de olvidarnos que vivimos para siempre en el Señor, que somos un poco por momentos como aquellos saduceos que no creían en la resurrección, a nosotros los que nos conviene pedirle al señor es tener esa fe fuerte, decidida, alegre de creer que Él es el señor de vivientes, que todos vivimos pasa Él, que nuestra vida nunca va a terminar simplemente se cambiará, que nuestra vida en definitiva es la Vida esa que recibimos en el bautismo y que nos va haciendo hijos de Dios.
Que el Señor así nos acompañe.

 

Oleada Joven