Evangelio segun San Lucas 1, 57-66

miércoles, 22 de diciembre de

 Cuando se cumplió el tiempo, Isabel dio a luz un hijo. Sus vecinos y parientes oyeron que el Señor le había mostrado su gran misericordia, y se alegraron con ella. Al octavo día fueron a circuncidar al niño y querían llamarlo Zacarías, como su padre. Pero su madre dijo: «No, se llamará Juan». Le replicaron:«No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre».
Se dirigieron entonces al padre y le preguntaron por señas cómo quería que se llamara. El pidió una tablilla y escribió: Juan es su nombre. Entonces, todos quedaron sorprendidos. De pronto recuperó el habla y comenzó a bendecir a Dios. Todos sus vecinos se llenaron de temor y en toda la montaña de Judea se comentaba lo sucedido. Cuantos lo oían pensaban:
«¿Qué llegará a ser este niño?» Porque efectivamente el Señor estaba con él.

Palabra de Dios


 

Monseñor Luis Alberto Fernandez   Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Buenos Aires



 

La cercanía de la Navidad , ya que mañana será la Noche Buena, nos trae como acabamos de escuchar en el Evangelio de San Lucas la confianza en la vida nueva que esperamos cada Año Nuevo. Se vuelve nuestra mirada, nuestros pensamientos y toda nuestra vida, a creer en la vida, a esperar algo mejor, más pleno.



Santa Isabel pasa de ser una mujer estéril, su vientre seco, sin esperanza ni posibilidad de fecundidad a ser madre, a dar luz, a que la vida pueda abrirse. Por eso, como fue lo que para sus parientes y vecinos hoy también para nuestro mundo estéril, seco, sin grandes esperanzas de futuro, cada Navidad cada Año Nuevo, esa alegría y abrirse al misterio de Dios, volver a confiar y creer que es posible la misericordia de Divina, por eso mañana en nuestras casa, celebrando la Navidad, se levantará las copas y se volverá a abrazar, saludarnos y a esperar la vida nueva.



Se querrá una vez mas como lo dejó Isabel y Zacarías, dejar atrás un mundo viejo de tradiciones algunas que nos robaron la vida, de odio, o enemistades, celos, violencia, egoísmos y pensamientos y nos abrazaremos por algo nuevo que nos devuelva el entusiasmo y nos anime a valorar al otro, a verlo como un padre, como una madre como un hermano y hermana, como un amigo y amiga.



Queremos, como en el texto bíblico escuchado, no perder esa capacidad de admirarnos de asombrarse, del amor verdadero y sencillo que podemos vivir cada día. Es la ocasión para volvernos y encontrarnos con Dios, para sentirlo cercano, que nos ama, que viene a compartir nuestra vida, a ayudarnos a vivir en plenitud la vida humana, como hermanos en justicia, respeto.



Por eso, amigo y amiga, no deben ser las compras ni los regalos ni las ansiedades o soledades, las que predominen en la Navidad, nos debe impresionar la humildad de un Niño Dios que viene a compartir su vida con nosotros.



Se acerca la Navidad, hermoso compartirla con todos, dejando atrás todo individualismo, rencor, arrogancia, optamos por ir a nuestros hermanos como Dios vino en búsqueda nuestra. Y así con alegría, encontrando al otro, creyendo que el otro me pertenece, compartiendo, y hasta perdonando a que los que nos han ofendido, siendo capaces de levantar las copas, confiando y esperando y decididamente haciendo entre todos un mundo nuevo, el de la solidaridad, el de la civilización del Amor, el que y trajo Jesús y que trae cada Navidad.

 

 

 

 

 

Oleada Joven