Evangelio segun San Juan 20, 2-8

sábado, 25 de diciembre de
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 El primer día después del sábado, María Magdalena regresó corriendo donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: 
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Pedro y el otro discípulo fueron rápidamente al sepulcro. Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo se adelantó a Pedro y llegó antes que él. Al asomarse al interior comprobó que las vendas estaban allí; pero no entró. Siguiéndole los pasos llegó Simón Pedro que entró en el sepulcro, y observó que las vendas de lino estaban allí. Estaba también el lienzo que habían colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba con las vendas, sino doblado y colocado aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó.

 

Palabra de Dios

 


 

Monseñor Carlos Ñañez  Obispo de la Arquidiócesis de Córdoba

 

 

Un saludo cordial a todos los oyentes de Radio María, y muy especialmente a los jóvenes, a través de Oleada Joven.

Estamos todavía gustando la alegría de la Navidad, una alegría sencilla como el pesebre, serena como la Nochebuena, honda como la que experimentaron seguramente la Virgen Santísima y San José.

 

Y en ese clima la Iglesia celebra la fiesta del discípulo amado, hoy la Iglesia recuerda a San Juan apóstol y evangelista. Es el discípulo que nos ha hablado con más profundidad y con más ternura del Señor Jesús y de su amor por nosotros.

Cito simplemente dos ejemplos tomados del diálogo del Señor Jesús con sus discípulos durante la última cena, uno es cuando les dice: “Como el Padre me amó, así los he amado yo.” No podemos imaginar la profundidad del amor del Padre por su Hijo único, pues qué lindo descubrir que esa profundidad de amor es la que el Señor Jesús derrama sobre nosotros en nuestros corazones.

Y también, conversando con los discípulos les decía: “Si alguno me ama cumplirá mis mandamientos, mi Padre lo amará; vendremos a Él y habitaremos en Él.” El Señor que no sólo nos ama, sino que quiere estar Él mismo en nuestros corazones. Realmente ésta es una perspectiva preciosa, que precisamente este discípulo y apóstol nos ha abierto a través de su Evangelio.

 

Y el Evangelio que la Iglesia nos propone hoy para la fiesta de San Juan está tomado de los acontecimientos después de la Pasión y de la muerte de Jesús, el primer anuncio de la Resurrección. Nosotros podemos imaginar la amargura y el extravío en que estaban los discípulos, y particularmente Juan, que junto con la Virgen y las otras María, había estado al pie de la cruz hasta la muerte de Jesús y hasta ver cómo el soldado romano atravesaba el corazón de Jesús con un lanzazo.

 

Y de pronto el anuncio de María Magdalena, “no está el Señor en el sepulcro, se lo han llevado”, un anuncio desconcertante. A ellos les costaba creer aquello de la Resurrección, lo habían escuchado de parte de Jesús, pero les costaba creer. Y frente al anuncio de Magdalena, salen corriendo, Pedro y Juan, corren los dos, pero Juan corre más rápido, quizás porque era más joven, quizás también porque en ese correr rápido manifestaba la ansiedad, la impaciencia de su amor.

Llegados al sepulcro Juan vio lo que había contado María Magdalena, pero no entró, como dejándole la prioridad a Pedro, el primero entre los discípulos. Y después ingresa Pedro, y luego Juan; la experiencia de Pedro, da la impresión por el relato que hace el evangelista, es como menos profunda, es la constatación, vio todo lo que había relatado María Magdalena; la experiencia de Juan parece ser más honda, porque dice que el discípulo amado entró, vio y creyó. Vio los signos de la Resurrección, creyó en la Resurrección de Jesús que marca el triunfo de Dios, que en Jesús y a través suyo obra la salvación, el mal y la muerte no tienen la última palabra.

 

Por eso me parece que esta enseñanza, o mejor esta escena nos está dejando esta enseñanza la importancia de amar, como lo vivió Juan, un amor que nos capacita y nos invita a confiar y a creer, creer para comprender con una luz superior la obra que Dios realiza, y esta luz superior, la luz de la fe no quita el misterio, pero nos deja envueltos en la paz, en la esperanza, en el gozo; que es el gozo de la Navidad porque el Niño del pesebre es el Señor de la cruz y es el Resucitado.

 

Qué lindo que al terminar el año nosotros volvamos a pensar en estas cosas fundamentales y a reavivar nuestra fe en Jesús, que por nosotros se hizo hombre, que por nosotros se ofreció, que por nosotros ha resucitado y vive para siempre, y que nos invita a participar de su vida, de esa vida que nos ha regalado a lo largo de este año que está terminando, esa vida que nos ofrece en el que vamos a iniciar, esa vida que quiere regalarnos para siempre, porque somos peregrinos de la vida eterna.

Pensemos en esto y pidamos estas gracias para el año que va a comenzar. Con el deseo de un feliz y próspero año nuevo, yo los despido a todos ustedes queridos oyentes deseándoles abundantes bendiciones de parte del Señor para el año que está por comenzar.

 

Un abrazo, y con mi bendición.

 

 

Oleada Joven