Evangelio segun San Lucas 2, 22-35

martes, 28 de diciembre de
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Cuando se cumplieron los días de la purificación prescrita por la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como prescribe la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor. Ofrecieron también en sacrificio, como dice la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.
Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías enviado por el Señor. Vino, pues, al templo movido por el Espíritu y, cuando sus padres entraban con el niño Jesús para cumplir lo que mandaba la ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:


«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar que tu siervo muera en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, como luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que se decían de él. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:
«Mira, este niño hará que muchos caigan o se levanten en Israel. Será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto las intenciones de muchos».

Palabra de Dios


 

Monseñor Santiago Olivera  Obispo de la Diócesis de Cruz del Eje

 

 

Siguiendo la línea del miércoles pasados, que compartíamos la figura de Maria la escogida, la llena de Gracia que canta la grandeza de Dios y su pequeñez, ahora se nos relata en este evangelio de Lucas, la actitud de toda la familia: de la sagrada familia, de José y de Maria que llevan al niño a cumplir con lo que decía la ley para la purificación. Como vemos, es un relato conmovedor de sencillez frente a este misterio que tienen porque van comprendiendo, van interiorizandoló al plan de Dios en la vida de ellos.

 

Esta familia quería vivir agradando a Dios, pero a medida que van comprendiendo este plan de Dios, se ponen en camino y van al templo. En este ir al templo, para cumplir la ley justamente como hombre y mujeres creyentes, se encuentran con Simeón este santo anciano que supo ver más que una familia que ofrece al hijo. Seguramente otras familias ofrecerían a su hijo, pero él, movido por el Espíritu Santo, como un hombre justo y piadoso pudo ver mas allá, pudo ver la luz, pudo ver la salvación. Ante esto claro, Maria y Jose, nos dice la escritura, estaban admirados de lo que se decía del niño.. pero escuchan tanbién en boca del anciano Simeón, lleno del espíritu Santo, una verdad dolorosa: “Maria a ti misma una espada te atravesara el corazón”. Que dura habrá sido para la virgen ver sufrir a su Hijo , y sufrir por Amor muriendo en la Cruz, por la salvación de todos. Yo pienso, seguramente Maria al pie de la Cruz habrá recordado las palabras proféticas de Simeón, pero ella ahí también desde el comienzo del “Hágase” y también digo el “Si” fecundo y echo carne en el dolor de la entrega, un “Si” difícil pero siempre fiel, un “Si” que no claudicó, que debemos vivir cada uno de nosotros.


Simeón hizo como una catequesis porque él dice que “vio la salvación de Dios”. Vio a la luz que ilumina a todos, y vio la gloria de Israel a la que el pueblo Judio estaba llamado, porque Jesús, el que tenia enfrente, era el Mesías esperado.


Vamos a pedirle también al Señor que nos ayude a dejarnos conducir por Jesús y ver, aun en los caminos oscuros y difíciles, como la Virgen y saber que el Señor esta presente, que el Señor camina y nos sostiene, que el Señor nos salva y que el Señor siempre nos ilumina

 

Milagros Rodón