Señor, “no sé qué verás en mi, pero no dejes de mirarme”. Así de sencillo y complicado. Tantas certezas y tantas preguntas. Y al fin y al cabo siempre quedamos solos Vos y yo. Hoy quiero preguntarte ¿qué ves en mi Jesús?
Quizás contestando, me ayudes a encontrarme. A encontrarte. ¿Qué viste Jesús en mi haces años cuando me buscaste para seguirte? ¿Qué ves hoy, mucho tiempo después? ¿Soy la misma o he cambiado? Quizás ambas sean ciertas, y eso también está bien. Pero, ¿qué es lo que ves cuando me miras Jesús? ¿Ves miss sueños rotos o mi felicidad? ¿Ves mi risa o mis egoísmos diarios? ¿Me ves por partes o toda junta? ¿Qué ves Señor? ¿Mis fragilidades, mis miedos? ¿Mis deseos de ser mejor? ¿Ves todo eso Señor? Me ves a mi, con idas y venidas, locuras y realidades.
Acá estoy mi buen amigo, dejándome mirar. Como hacía tiempo no lo había hecho. Señor yo quisiera que me cuentes lo que ves hoy. Mirame Jesús. No dejes de mirarme. Te necesito. Yo te necesito mi buen Dios. Necesito tu mirada, una mirada que me demuestra tu atención. Mirada que no juzga, mirada que ama. No dejes de mirarme nunca así, me devuelve mi esperanza y mis ganas de darlo todo. Yo necesito tu mirada de amor que repare mi corazón roto. Que en tantas partes se ha fragmentado. Tu mirada que sana y salva. Esa mirada que es sólo tuya. “El que ha mirado profundamente, una vez siquiera, a los ojos de Jesús no lo olvidará jamás”, decía Alberto Hurtado. Y no mentía. Tu mirada no se puede olvidar. Y aunque no sepa las razones ni entienda los por qué, no puedo negar que esa mirada me ha alcanzado.
Por favor, no dejes de mirarme. Yo te necesito.
Fer Gigliotti