27/08/2019 – Cada año los jóvenes de la Diócesis de Laferrere realizan su misión de invierno. Es la oportunidad donde encontrarse, compartir el servicio y el anuncio del evangelio, para retomar las actividades diarias con un nuevo ardor. A su regreso, Florencia Medina nos contó la experiencia de esos días.
Me llamo Florencia y soy animadora de la Infancia y Adolescencia Misionera en la Parroquia Ntra. Sra. del Carmen, Cañuelas, de la Diócesis de Gregorio de Laferrere. Quería contarles de la Misión de Invierno, una iniciativa del Equipo de Pastoral de Juventud junto con Obras Misionales Pontificias diocesana, que se realizó los días 25 al 28 de Julio. La misión para mí es más que salir a misionar, es un estilo de vida, y estas oportunidades me permiten llegar a personas a las cuales nunca habría llegado a conocer por mis propios medios. Y más aún en este Año Extraordinario de la Misión, resaltamos el lema “Bautizados y Enviados” en cada aspecto de nuestra vida cotidiana, y expresamos a través de la actividad misionera, el testimonio de nuestro bautismo. La misión se realizó en la Capilla San Cayetano de Laferrere, bajo el lema “Volvé a casa”. Como vivo en uno de los puntos más alejados de la diócesis siempre es un desafío salir, pero ni levantarme temprano, ni la lluvia y el frío en esta ocasión pudieron detenerme. La comunidad de la Capilla San Cayetano es chiquita, pero está conformada por personas con corazones enormes que nos hicieron sentir como en casa desde el primer momento. Nuestras mañanas comenzaban temprano, desayunábamos todos juntos y luego teníamos nuestro primer momento de oración frente al Santísimo, que para mí fueron momentos esenciales para salir al encuentro con mis hermanos. Cuando uno llega a nuevos lugares es inevitable sentir miedo, nunca se está lo suficientemente preparado para todo lo que vamos a vivir, pero aun así Dios nos llama una vez más a ser sus instrumentos, para ir en busca de nuestro hermano e invitarlo a volver a casa. Toda duda se disipa al golpear las manos por primera vez, y al ver que todas las palabras que salen de nuestras bocas son realmente inspiradas por el Espíritu que siempre nos acompaña. Volvía a la capilla llena de vivencias, intenciones y preocupaciones que las personas me trasmitían, pero ahí estaba Cristo Eucaristía esperándonos con los brazos abiertos, dispuesto a escucharnos. Mientras que muchos jóvenes volvían a salir, mis tardes las compartía, junto a otros jóvenes, con niños de la comunidad, con quienes vivíamos tardes llenas de juegos, invitándolos a conocer a nuestro gran amigo Jesús. Todos los días concluíamos con la Santa misa, la mejor manera de agradecer por cada persona que Dios puso en mi camino. Algo que me quedó muy marcado fue la misa del sábado por la noche. Una acostumbrada a ver la capilla vacía ni mira para atrás, pero ese día decidí darme vuelta, y me emocioné al ver muchos rostros ya conocidos, personas que me había tocado visitar. Una vuelve a su hogar repleta de amor, llena de recuerdos, sonrisas que jamás va a olvidar, segura de que Dios volvió a misionar mi corazón, haciendo carne la palabra: “Hay mayor gozo en dar, que en recibir”.
Me llamo Florencia y soy animadora de la Infancia y Adolescencia Misionera en la Parroquia Ntra. Sra. del Carmen, Cañuelas, de la Diócesis de Gregorio de Laferrere. Quería contarles de la Misión de Invierno, una iniciativa del Equipo de Pastoral de Juventud junto con Obras Misionales Pontificias diocesana, que se realizó los días 25 al 28 de Julio.
La misión para mí es más que salir a misionar, es un estilo de vida, y estas oportunidades me permiten llegar a personas a las cuales nunca habría llegado a conocer por mis propios medios. Y más aún en este Año Extraordinario de la Misión, resaltamos el lema “Bautizados y Enviados” en cada aspecto de nuestra vida cotidiana, y expresamos a través de la actividad misionera, el testimonio de nuestro bautismo. La misión se realizó en la Capilla San Cayetano de Laferrere, bajo el lema “Volvé a casa”. Como vivo en uno de los puntos más alejados de la diócesis siempre es un desafío salir, pero ni levantarme temprano, ni la lluvia y el frío en esta ocasión pudieron detenerme.
La comunidad de la Capilla San Cayetano es chiquita, pero está conformada por personas con corazones enormes que nos hicieron sentir como en casa desde el primer momento. Nuestras mañanas comenzaban temprano, desayunábamos todos juntos y luego teníamos nuestro primer momento de oración frente al Santísimo, que para mí fueron momentos esenciales para salir al encuentro con mis hermanos. Cuando uno llega a nuevos lugares es inevitable sentir miedo, nunca se está lo suficientemente preparado para todo lo que vamos a vivir, pero aun así Dios nos llama una vez más a ser sus instrumentos, para ir en busca de nuestro hermano e invitarlo a volver a casa. Toda duda se disipa al golpear las manos por primera vez, y al ver que todas las palabras que salen de nuestras bocas son realmente inspiradas por el Espíritu que siempre nos acompaña.
Volvía a la capilla llena de vivencias, intenciones y preocupaciones que las personas me trasmitían, pero ahí estaba Cristo Eucaristía esperándonos con los brazos abiertos, dispuesto a escucharnos. Mientras que muchos jóvenes volvían a salir, mis tardes las compartía, junto a otros jóvenes, con niños de la comunidad, con quienes vivíamos tardes llenas de juegos, invitándolos a conocer a nuestro gran amigo Jesús. Todos los días concluíamos con la Santa misa, la mejor manera de agradecer por cada persona que Dios puso en mi camino.
Algo que me quedó muy marcado fue la misa del sábado por la noche. Una acostumbrada a ver la capilla vacía ni mira para atrás, pero ese día decidí darme vuelta, y me emocioné al ver muchos rostros ya conocidos, personas que me había tocado visitar. Una vuelve a su hogar repleta de amor, llena de recuerdos, sonrisas que jamás va a olvidar, segura de que Dios volvió a misionar mi corazón, haciendo carne la palabra: “Hay mayor gozo en dar, que en recibir”.
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