Miércoles 4 de Septiembre del 2019 – Evangelio según San Lucas 4,38-44

martes, 3 de septiembre de
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Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.

Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba.

De muchos salían demonios, gritando: “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.

Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos.

Pero él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado”.

Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.

Palabra de Dios

 Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Hoy compartimos Lucas 4, del 38 al 44. La Palabra nos muestra a este Jesús completo que vive la acción y la contemplación. Estamos comenzando el mes de septiembre, mes dedicado a la Biblia, una propuesta que nos hace la Iglesia para profundizar en nuestro encuentro con Dios. Así que hoy tomate tu tiempo, pará un poco, tomá tu biblia y pedí el Espíritu Santo. Dios es muy poco disimulado para hablarte cuando disponés tu corazón. Pensemos algunas ideas para nuestra oración:

En primer lugar, dejá que Jesús te sane. Vemos que el pasaje que compartimos comienza con la curación de la suegra de Pedro. No sabemos cómo se llamaba, pero sí sabemos que estaba postrada, con fiebre, en una situación dolorosa. Ponete a pensar en todas esas cosas que hoy te dejan postrado, esas situaciones que muchas veces te tiran abajo. Seguramente nos conocemos bastante a nosotros mismos, pero no siempre paramos para ver qué cosas nos cuestan. Esto sirve reconocer con humildad aquello que a veces nos pesa. ¿Para qué? Bueno, para dejar que el Señor tenga la última palabra, para dejar que nos sane y nos haga levantar. El Evangelio nos cuenta que el Señor increpó a la fiebre y la suegra de Pedro se levantó. Esto es lo que quiere hacer Jesús: animarte, darte un espíritu nuevo y darte fuerza para que lo que no te deja levantarte no pese tanto. Acordate que con Jesús todo se hace más llevadero. Sería bueno que hoy te preguntes también cuáles son tus fiebres espirituales, cuáles son esas realidades, esas circunstancias que hoy no te están dejando estar de pie. Por eso pedile al Señor que te cure y te puedas levantar.

En segundo lugar, ponete a servir. La suegra de Pedro se pone a servir y el Señor hace lo mismo, sirve. Vemos que Jesús no tiene horarios de atención. Eso es lo que lo diferencia de los demás profetas: él se toma su tiempo para servir a todos. Esos gestos que distinguen al Señor, no es alguien que solamente habla bonito, él con su vida muestra lo que dice con palabras. El Señor no atiende con turnos, Él se compromete a fondo, tiene compasión, misericordia, disponibilidad, mira a los ojos, escucha. Jesús se toma en serio a los que llegan a Él, el Señor está. ¿Te imaginás lo que habrá sido tenerlo adelante con toda su atención para vos? Bueno, hoy la tenés. Qué lindo que nuestro corazón esté igual que el de Jesús, 24 hs. abierto. Primero encontrate con el Señor, después pedí un corazón que sirva a los demás. ¿Vos tenés horarios, tenés turnos para tus hermanos? ¿Vos “atendés” o das sin medida? ¿Tenés tiempo para el otro o estás creyendo más bien en el “dios de la agenda”?

Por último, recargá las pilas. Dice la Palabra que Jesús se retiró a solas al desierto, seguramente para orar. Esta es la vida del cristiano, del verdadero discípulo: estar para los otros, la vida de acción; pero también trabajar la vida de contemplación, de oración. Son las dos patas que tienen que sostener tu vida: servicio y oración. No podés servir si no te alimentás de Dios, si no descansás en Él. Acordate que nadie da lo que no tiene. Preguntate cómo viene tu acción y cómo viene tu contemplación. Tiempo para Dios, tiempo para vos, tiempo para los demás. Quien tiene a Dios en su corazón, nunca le falta el tiempo. Ocupate de las cosas de Dios, encontrate con Él y salí a servir. Del encuentro con Jesús viene esa fuerza que sostiene. Pedile que al Señor que te lleve donde estén necesitando sus palabras y tus ganas de vivir. Que tu cansancio sea un cansancio que a otros descanse. Vos no te preocupes, Jesús te va a acompañar.

Proponete hoy vivir estas tres actitudes: sanación, servicio y descanso. Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.