Pía, misionera cordobesa, está de misión en India desde febrero y nos cuenta uno de sus apostolados en un hogar de niños:
Este Hogar es una casa de amor, un lugar en donde viven doce niños. Cada uno de ellos son seres tan especiales, me gustaría contarles como Shiva después de seis meses levanta la mirada y por cortos segundos puede mirarme, o como Sanjey aprende a hablar en vez de comunicarse a los golpes, o como Ratana al sentirse más adulta que el resto trata de enseñar a los más pequeños pese a su timidez, o como Azok luego de largos meses de trabajo no se aparta cuando me ve sino que con su pequeña mano me invita a sentarme junto a él en el piso. Pero voy a detenerme en Marga, ella desde mi primer visita a esta casa me recibe de una manera distinta, me vio, la vi y nos abrazamos, no nos conocíamos y sin embargo se me acercó, me miró y reposó en mi hombro. Lo increíble es que cuando me mira, no me mira a mí, ella puede ver más allá, y yo veo a través de ella. En ella descubro a Jesús en su mayor simpleza, a un Jesús niño que reclama solo y nada más que ser amado.
Este Hogar es una casa de amor, un lugar en donde viven doce niños. Cada uno de ellos son seres tan especiales, me gustaría contarles como Shiva después de seis meses levanta la mirada y por cortos segundos puede mirarme, o como Sanjey aprende a hablar en vez de comunicarse a los golpes, o como Ratana al sentirse más adulta que el resto trata de enseñar a los más pequeños pese a su timidez, o como Azok luego de largos meses de trabajo no se aparta cuando me ve sino que con su pequeña mano me invita a sentarme junto a él en el piso.
Pero voy a detenerme en Marga, ella desde mi primer visita a esta casa me recibe de una manera distinta, me vio, la vi y nos abrazamos, no nos conocíamos y sin embargo se me acercó, me miró y reposó en mi hombro. Lo increíble es que cuando me mira, no me mira a mí, ella puede ver más allá, y yo veo a través de ella. En ella descubro a Jesús en su mayor simpleza, a un Jesús niño que reclama solo y nada más que ser amado.