Una hora con el Padre es el titulo simbólico que le encontré a mi encuentro con Dios en el Santísimo. Dedicarle una hora de un día de la semana, para rezar un rosario, para pronunciar una plegaría, esa oración que sentimos desde lo más profundo, una hora para hablar con nuestro Padre.
Afortunados los hijos que hacen silencio y escuchan a sus padres, en el silencio del santísimo sanamos, crecemos y adoramos. Cultivamos la fe, salimos enteros a la batalla que estemos peleando, sabiendo que no estamos solos, porque contamos con el mejor aliado, Nuestro Señor.
Qué difícil es abandonarse a sus planes, soltar el lápiz y dejar que sea él quien escriba nuestra historia. Pero cuando Dios nos regala un día tras otro es porque sigue sosteniendo que tiene un plan para nosotros.
Por mi parte me gusta rezar el rosario, pedirle perdón y darle las gracias, después dedico el resto de hora como hablaría con mi papá. Le cuento mis dudas, le entrego mis miedos, le confieso mi sueño aunque siento su calidez diciéndome hija yo conozco tu plan porque fui yo quien lo pensó para vos.
Quiero invitarlos a hacer un espacio en sus agendas para que una vez a la semana vayan y se la dediquen al Señor. Porque hablo desde mi experiencia y si bien hay heridas que llevan más tiempo cerrar, el amor de Dios es paciente, gigante y bondadoso. Como todo padre quiere lo mejor para sus hijos. Confiemos en Él y dediquémosle una hora a la semana para adorarlo y agradecer. Los cambios van a llegar se los aseguro, entreguen su corazón a Dios y él no los defraudara. Dios es amor, nos ama y nos abraza con cada oración.
Vamos a adorar al Señor!