Viernes 27 de Diciembre del 2019 – Evangelio según San Juan 20,2-8

jueves, 26 de diciembre de
image_pdfimage_print

El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.

Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.

Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.

Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

 

 

Palabra de Dios


Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

Hoy, ya en el tiempo de Navidad, celebramos a San Juan Apóstol y Evangelista, amigo fiel de Jesús; quien formó parte de ese grupo íntimo que acompañó al Señor en momentos especiales, como en la resurrección de la hija de Jairo, o en la transfiguración… La tradición asocia a Juan a aquel que en evangelio se le llama “el discípulo amado”, quien, a su vez, es el único de los Doce Apóstoles que estuvo a los pies de la cruz, acompañando a su amigo y Señor y también acompañando a María, a quien después la llevaría a su casa recibiéndola como a su propia madre. Juan es quien cree en la resurrección de Jesús sin haberlo visto, sólo al entrar al sepulcro y verlo vacío y encontrar la mortaja y el sudario como los había dejado el Señor. Juan es quien con valentía no puede callar lo que han visto sus ojos, lo que ha oído y tocado y contemplado.

Mira qué interesante cómo en este tiempo de Navidad, nos encontramos con el Evangelio en el que María Magdalena, Pedro y Juan se encuentran con el Sepulcro Vacío, y cómo reaccionan de maneras distintas.

María Magdalena sólo al ver que la roca había sido corrida, piensa que hay algo fraudulento y que se han robado el cuerpo de Jesús y, desesperada, va a avisar a los apóstoles. Pedro y Juan salen deprisa, corren, uno más rápido que otro, por temas de edad y aptitudes físicas, y aunque Juan llega antes, espera que sea Pedro el que entre primero. Pedro entra, mira las vendas y el sudario, pero se queda silencioso, no dice nada, no saca ninguna conclusión.

Juan, dice el Evangelio, entró, vio y creyó. Parece que ante la resurrección de Jesús, todos tenemos que hacer procesos de fe y, en la comunidad esos ritmos son distintos, así fue en la comunidad de los Apótoles, y así también sucede en nuestras comunidades. Y podemos darnos cuenta de ello, esperarnos, acompañarnos, respetarnos en nuestros distintos momentos e iluminarnos con el testimonio. Mirá que interesante, cómo el creer nos permite abrirnos al misterio de Jesús vivo y resucitado.

Quizás, a partir de este evangelio, podés preguntarte sobre cómo te acercás a este misterio de la Navidad. Lo hacés como quien escucha el relato del nacimiento y de lejos mira el misterio de este Dios hecho ser humano con todas las letras, pero lo ve como un cuento casi fantasioso, y la navidad termina siendo excusas para encuentros, fiestas, regalos, pero que no toca la vida; lo hacés cómo aquellos que escuchan el relato pero lo hacen casi como un detective, escudriñando huellas y razones, pero suspendiendo el juicio, sin sacar las conclusiones que eso implica en tu modo de mirar el mundo, al ser humano y a Dios. O quizás, como el discípulo amado, te acerques, te animes a entrar en el misterio, veas y creas… que este Jesús al asumir completamente nuestra realidad como uno de nosotros, y al resucitar da un sentido nuevo a toda nuestra historia y nuestra vida; y fundamentalmente, nos involucra en este proyecto de salvación, que sólo se hace posible desde el amor de Dios. Porque creer implica asociarnos a Cristo Encarnado y Resucitado, amándolo y siguiéndolo, así como él se asoció con nosotros.

Mirando al Apóstol Juan, podemos pedir la gracia de ser como él, gente de fe, que no se escandalizan de este Dios-hombre, Señor, amigo y hermano, que no se queda en un creer apático o frío… de esos que no tocan la vida, sino que, por el contrario, podamos hacer vida la fe y nos animemos a dar testimonio de lo que hemos experimentado y creído, de lo que hemos escuchado y confiado, de lo que hemos sentido y contemplado. Muy feliz Navidad para todos.