Viernes 24 de Enero 2020 – Evangelio según San Marcos 3,13-19

jueves, 23 de enero de
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Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios.

Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.

 

Palabra de Dios


Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

Qué bueno que cada uno de nosotros podamos volver al Evangelio… y escuchar las palabras de Jesús que nos impulsan a renovar y fortalecer nuestro seguimiento.

Se trata del llamado a los Doce Apóstoles, quienes serán columna de la Iglesia, y compañeros íntimos de Jesús. Pero las características de este llamado, no es solo para este grupo, sino que es para todos quienes nos sentimos convocados a la amistad con Jesús y a compartir su pasión por el Reino.

El Evangelio nos dice que Jesús es quien toma la iniciativa llamando a los Doce. Ese llamado es personal y parte del querer de Jesús. También a nosotros nos ha llamado personalmente, y lo hace por nuestro nombre, porque conoce nuestra historia, con sus luces y sus sombras, y nos ama, así como somos.

No nos llama solos, nos llama a ser comunidad, nos llama con otros, nos envía con otros, porque la gran misión es la de la fraternidad, y se trata de buscar vivir lo que se predica, en medio de nuestras carencias y fragilidades.

Lo primero que hace Jesús es atraernos hacia Él, para después enviarnos. Nos hace hermanos para que desde esa fraternidad salgamos al encuentro de quienes necesitan del bien que brota del amor de Dios.

El llamado consiste en aprender a estar con Él y con los hermanos, para compartir con el Señor la misión de predicar, de liberar y de sanar.

A partir de esta pequeña reflexión, nos podemos hacer algunas preguntas para dejar que el Señor toque nuestro corazón y nos impulse con su gracia.

¿Qué espacio le doy en mi cotidianeidad a estar con Jesús? Ese espacio podemos vivirlo en la oración, en la Eucaristía y en la participación de la comunidad de la Iglesia. Qué importante es estar persuadidos de que solos no podemos, y que nuestra acción brota de nuestra relación con Cristo y con su Iglesia… Podemos animarnos unos a otros al silencio y preguntarnos por los caminos que nos ayudan a cultivar la relación de amistad con Cristo.

Podemos preguntarnos también por cómo nos impulsa el Señor a predicar y de qué modo. En qué situaciones estamos invitados hoy a llevar su Palabra y nuestro testimonio. Y, si te animás, también tratar de descubrir cómo el Señor te ha invitado o te invita a ser buena noticia de liberación o de sanación para los demás.