Viernes 21 de Febrero del 2020 – Evangelio según San Marcos 8,34-38.9,1

miércoles, 19 de febrero de
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Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.

 ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?

Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles”.

Y les decía: “Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder”.

 

Palabra de Dios


Padre Marcelo Amaro sacerdote jesuita

 

¿Qué me gusta? ¿Qué me realiza? ¿Qué me hace feliz? Preguntas que nos hacemos y que muchas veces son las determinantes en nuestras elecciones y marcan las orientaciones de nuestros caminos. Preguntas que muchas veces la sociedad y la cultura estimulan en nosotros; son preguntas legítimas, pero no son las únicas importantes, las más relevantes. Quizás, con el Evangelio de hoy, el Señor nos invite a reenfocarnos.

Al parecer, Jesús fue por otro lado y nos invita a tomar su misma dirección. Seguro porque lo determinante para Jesús no es la autorrealización, sino el amar con todo su corazón y con todas las fuerzas. El amor como opción radical, es lo que llevó al Señor a no vivir orientado hacia sí mismo, tomando decisiones egoístas; sino que fue capaz de negarse a sí mismo, de cargar con la cruz y asumir las consecuencias propias de su opción por el amor. Y es que Jesús se jugó el pellejo por esta causa de Dios Padre, que implica, la misericordia, la justicia, la fraternidad; se jugó por entero para la salvación de todos.

Jesús nos invita a vivir su propio camino, porque sabe que esa es la plenitud; porque esa es la vida en abundancia que apunta hacia la vida eterna. Y el único camino es el amor verdadero, un amor que no es posible si no salimos de nosotros mismos y perseveramos en el amor que se juega en las buenas y en las malas.

¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo? Confrontarnos con esta pregunta puede ser un buen paso. A San Francisco Javier, patrono de las misiones, en su juventud, dejarse cuestionar por estas palabras de Jesús, le cambió la vida. Descubrió que estaba buscando horizontes de plenitud en lugares vacíos, y con valentía y fe se largó a vivir procesos de conversión y de amistad honda con el Señor.

¿Qué tal si en lugar de poner la felicidad personal como nuestra meta, ponemos el amor? Así, no solo creeremos en Jesús, sino que le creeremos a Jesús y nos identificaremos con Él. Ya que lo que nos muestra como camino de vida en abundancia, no son ideas, sino que es su propia vida.