Puede ser que estos días sean medios raros… Días que no se puede hacer mucho, en lo que hay que convivir con nuestro orden y desorden, en los que estamos con la misma persona que convivíamos siempre, pero que con la velocidad que acostumbraban a tener nuestros días, esta misma convivencia se hacía menos monótona. Es un tiempo en el que podemos aprovechar a encontrarnos… mirarnos a los ojos, escucharnos, abrazar nuestras heridas, nuestras alegrías, nuestros deseos, nuestros sueños, decir lo que hace mucho queríamos decirnos… ¿No era necesario parar un poco? Detenernos para encontrarnos, ver lo que muchas veces vemos pero pasamos de largo por las mismas ocupaciones de cada día.
Podemos aprovechar estos días de encuentro con nosotros mismos y con Dios, un Dios padre que quiere habitar en lo más íntimo de nuestro ser, de nuestra cotidianidad, un Dios que no busca de nosotros grandes méritos, sino una apertura de corazón…
Es tiempo de que subamos al monte Tabor, a encontrarnos con la presencia de Cristo en la palabra, en lo más íntimo de nuestro corazón, a dejarnos moldear por Dios padre, nuestro alfarero… Es tiempo de poner nuestros oídos en el pecho de Jesús, como el discípulo amado, que escucha su corazón, para que su latir con los del maestro sean uno… Es tiempo de ponernos en manos del padre amoroso que busca encontrarse con nosotros a tal punto que podamos decir “Maestro, que bien estamos aquí.” (Lc 9,33).
Es hora de que nos dejemos enamorar por la constante novedad que Cristo nos regala, es hora de que le abramos la puerta de nuestra casa, de que lo hagamos parte de nuestros mates, de nuestras charlas, del encuentro con nosotros mismos donde el también quiere habitar… ¡No tengamos miedo! Jesús no contagia otra cosa que no sea vida y ¡VIDA EN ABUNDANCIA!
“Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos.” (Ap. 3, 20)
Vuelvo a insistir, ¡No tengamos miedo! ¡Abrámosle la puerta a Cristo!
Falta poco para terminar este tiempo cuaresmal… ¡Animo! Sigamos caminando tras los pasos del maestro en este tiempo de encuentro, de silencio, tiempo de monte, de aires nuevos…
Mantengamos viva la esperanza, sigamos amando, sigamos creyendo… ¡CRISTO VIVE Y TE QUIERE VIVO!
Pidámosle la gracia a Jesús, de encender en este tiempo, el fuego de su amor en nuestro corazón, que arda tanto que tengamos la necesidad de salir de esta cuarentena felices por el encuentro, abrazados llenos de alegría y rebosantes de gozo por un Jesús que me abraza en mi soledad y que hace camino con cada uno de nosotros.
Julián Nuñez