Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
“Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.”
“Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles:”
Mi queridos amigos, con estas palabras se abre el gran Sermon de la Montaña, la carta magna del cristianismo. En este lunes también Jesús sube a la montaña de nuestra interioridad, se sienta a compartir de corazón a corazón y nos invita a acercarnos a Él. Nos quiere regalar la enseñanza del Reino, nos revela sus secretos, manifestado en las Bienaventuranzas. En ellas nos invita a ser felices, a vivir en plenitud este aquí y ahora que se completará y se consumará junto a él en el Paraíso.
El Papa Francisco en su exhortación “sobre el llamado a vivir la santidad en el mundo actual” define las bienaventuranzas como el carnet de identidad del cristiano. Nos dice “así si alguno de nosotros se plantea la pregunta ¿cómo se hace para llegar a ser buen cristiano?, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. En ella se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas.
Sólo podremos vivir estas bienaventuranzas si el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda y con su poder nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad y del orgullo. Ser pobre en el corazón, reaccionar con humilde mansedumbre, saber llorar con los demás, buscar la justicia con hambre y sed, mirar y actuar con misericordia, mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, sembrar paz a nuestro alrededor, aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas. En este estilo de vida, Jesús nos invita a la plenitud, a la santidad, a ser felices ya desde esta tierra.
Sumergidos en el misterio del amor de Dios Uno y Trino que acabamos de celebrar, recibamos con gozo esta Palabra, dejemos que golpeé la puerta de nuestro corazón y nos animemos hacerla vida en lo concreto y sencillo de cada día. Será hasta el próximo lunes Dios mediante. Muchas bendiciones
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