¡Nos cuesta pedir disculpas!
Si sos “argento” habrás escuchado esta frase un montón de veces ¿no es así? Bueno, pero ahora bajalo…bajalo hasta tu día cotidiano, hasta tu familia. –¿O me vas a contar una de película que nunca te peleas con tus viejos, con tus hermanos, o con quien tengas en tu día a día?
¡Vamos: Somos pocos y con conocemos mucho decía mi abuela!
Cuántas veces nos peleamos por tonterias, por pequeñeces y luego el egoísmo, el ego, no nos deja acercarnos a pedir disculpas, a bajar los “humos” a tratar de arreglar las cosas!! NOS CUESTA PEDIR DISCULPAS y lo peor que, el no hacerlo, también nos pone mal. ¿No será acaso que, algo en nuestro ser, nos grita, nos pide solucionar el conflicto? -Colosenses 3:12;17-
Que un juego de mesa, una pelea por el control remoto o quien lava los platos NO SEA el motor de división en tu casa, en tu familia.
–Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado su Espíritu. Nosotros hemos visto, y de ello damos testimonio, que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo. Quien confiesa que Jesús es Hijo de Dios, permanece en Dios y Dios en él.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. -1 Juan 4:11;16-
Fuente: http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM