Si pudiéramos alumbrar hasta el fondo. Si pudiésemos llegar hasta lo más profundo, lo recóndito.
Si pudiéramos deshacer lo opaco, los grisáceo. Si pudiésemos cavar, arañar hasta las últimas paredes.
Si pudiésemos encontrar allí al final la punta de un rayo, la uña de la luz.
Si pudiésemos hacerlo con los ojos limpios y puros, llenos de compasión. Entonces comprenderíamos.
Entonces entenderíamos. Entonces las lágrimas del otro se harían nuestras. Entonces el dolor ya no dolería tanto.
Entonces veríamos el corazón. Entonces ya no serían nuestros ojos. Entonces, sólo entonces estaríamos curando la herida, comprendiendo la caída. Sólo entonces seríamos hermanos. Sólo entonces estaríamos amando.