Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: “El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande”.
Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros”.
Pero Jesús le dijo: “No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes”.
¡Hola amigos y amigas! Compartimos esta meditación del evangelio de hoy. Dios nos ha creado por un impulso natural de dominio sobre el mundo creado. Dominio que ejercitamos de manera saludable solamente cuando lo hacemos desde el corazón de Dios.
¡No es lo mismo la autoridad que el poder!. En la autoridad nos ponemos al servicio de los demás. En el poder “nos servimos” de los demás. La única vez que Jesús da poder a sus discípulos es sólo sobre los demonios. Ante la búsqueda de grandeza de los discípulos, Jesús no responde con una teoría sino con el signo humano de un “Paidion”. Paidion es la palabra griega para referirnos a niños menores de 7 años.
Jesús invita a sus discípulos a ser acogido como un niño. Recibir, acoger, significa: “hacerse uno”, “identificarse”. Nos invita a nosotros a ser como un niño. Para describir cómo es un niño nos valdremos del pensamiento de un hombre anciano, un salmista, él descubre la necesidad de achicarse a la moldura del niño para contemplar la creación, entonces en el salmo 8 dice el salmista: “Señor nuestro Dios, qué admirable es tu nombre en toda la tierra, quiero adornar tu majestad sobre el cielo con la alabanza de los niños y de los más pequeños”.
Ahora veamos cuáles son estas características de los niños:
El niño tiene plena confianza en sus padres: los fariseo confiaba en sus propias obras, contrariamente a este pensamiento, el niño depende de los padres.
El niño no está aún arruinado por la sociedad: es puro e inocente respecto a las corrupciones de este mundo.
El niño no está aún contaminado por la sociedad de consumo: nos recuerda la necesidad de recuperar la libertad.
Aprender el optimismo de los niños: el niño llora y al rato nomás, ya está contento de nuevo sonriendo. El niño no guarda rencor para siempre: los niños nos enseñan a recuperar, casi inmediatamente, la buena relación con las demás personas.
El niño es capaz de sorprenderse siempre: a veces hacemos un gesto, llevamos a cabo una acción para hacer reír a un niño, él pide que se haga de nuevo, el niño no se cansa porque para él, siempre ese gesto será nuevo, nosotros nos cansamos de hacer “siempre lo mismo” perdemos el sentido de la novedad, de la sorpresa, del estupor, el niño nos enseña el valor de la belleza que se esconde en lo que aparentemente es siempre igual. El niño nos pone en alerta del peligro de la monotonía. Te pregunto: ¿sos capaz de detenerte ante la belleza de una flor? ¿te detuviste una noche a mirar las estrellas?
El niño vive el momento presente: el niño se concentra en lo que está haciendo, el pasado ya no es, el futuro todavía no es, lo real es el presente. A veces nosotros tenemos la tentación de pensar “empezaré a vivir feliz cuando …” condicionando la libertad, condicionando la felicidad a las circunstancias de la vida.
Hoy nos toca ser felices en medio de la pandemia, es el desafío ¡no podemos postergar nuestra felicidad! ni la prueba, ni el pecado, deben interrumpir nuestra vocación de felicidad. Te invito a recibir a Jesús y a vivir en esta espiritualidad de infancia espiritual! ¡No infantilismo! Es necesario hacerlo como niños para entrar en el Reino de los Cielos. ¡Hasta la próxima!
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