Miércoles 14 de Octubre del 2020 – Evangelio según San Lucas 11,42-46

martes, 13 de octubre de
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«¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descuidan la justicia y el amor de Dios! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!
¡Ay de ustedes, porque son como esos sepulcros que no se ven y sobre los cuales se camina sin saber!”.

Un doctor de la Ley tomó entonces la palabra y dijo: «Maestro, cuando hablas así, nos insultas también a nosotros».

El le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»

 

 

Palabra de Dios

 

Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

Queridos amigos de Radio María, compartimos hoy junto con toda la Iglesia el evangelio según san Lucas, capítulo 11, versículos del 42 al 46. El Señor sigue sorprendido por la falta de fe y la hipocresía de los fariseos, que cumplían hasta la última coma de la Ley, pero descuidaban lo más importante. Y por eso los corrige con firmeza, no se queda callado buscando estar bien con todo el mundo: la forma de vida que llevan los fariseos en inviable, no es vida porque no los acerca al amor de Dios. El Señor usa todas sus estrategias para que ellos comprendan que tienen que cambiar y dejar de creerse justos para reconocerse amados por Dios. Creo que podemos meditar algunas ideas porque este desafío es muy actual.

En primer lugar, reconocete frágil. El Señor dice “¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar el primer asiento en las sinagogas y ser saludados en las plazas!”. Estos fariseos querían mostrarse buenos y ser reconocidos por todos, todo lo hacen para que los vean. Y nosotros a lo mejor podemos caer en esta tentación. ¿A quién no le gusta que lo reconozcan, que lo halaguen, que lo vean, que lo quieran? Pero el camino que nos propone Jesús pasa por otro lado, es el camino del no mostrarse perfectos sino necesitados del sostén de Dios y de la misericordia de nuestros hermanos. Los fariseos se creían perfectos, pero les faltaba para llegar a la santidad. El primer paso para vivirla es descubrirnos frágiles. Mostrarse frágil es también un acto de amor. Mostrarse frágil para dejarse amar, mostrarse frágil para servir en el amor al otro. ¿Te mostrás frágil delante de Dios, de los demás e incluso de vos mismo? Ese es el punto de partida para que el Espíritu Santo transforme tu corazón. Acordate que Dios te ama como sos y recibe tu vida como viene. Así que no vivas con caretas. Pensá cuánto podés ganar y cuánta presión te podés sacar de encima si tan solo te animás a mostrarte como sos, con debilidad, con errores, sí; pero en camino de santidad.

En segundo lugar, sé coherente. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y a la hora de vivir la fe, queda claro que lo que los demás ven (y juzgan) en uno, es la propia vida. Cuentan que san Francisco de Asís decía justamente eso: “ten cuidado con tu vida, quizás sea el único evangelio que muchas personas vayan a leer”. Para ponerse a pensar, ¿no? Cuánto nos cuesta la coherencia, cuánto nos cuesta que Jesús esté presente en todos los ámbitos de nuestra vida. Pero ese es el mejor testimonio que podemos dar a los demás. Mostrarnos como somos, con nuestros defectos y virtudes, pero intentando que se nos note que nos sabemos amados por Dios y dispuestos a hacer el bien. “La Iglesia no es un museo de santos sino un hospital de campaña para pecadores” (Papa Francisco) ¿Se puede hablar de Dios sin hablar de Dios? ¡Claro que se puede! Ese es el testimonio y de eso nos habla Fratelli Tutti. Acordate que las palabras convencen, pero los gestos arrastran. ¡Eso es el testimonio! A veces es todo lo que necesita Dios para empezar a actuar en la vida de alguien. ¡Tenés que ser instrumento de misericordia de Dios, tenés que ser la caricia de Dios! ¡No le tires la biblia por la cabeza al primero que se te acerque! Acompañá con paciencia, en lo sencillo, en lo de todos los días. En lo cotidiano. La coherencia es la unidad entre lo que pienso, siento, digo y hago. Algo que les faltaba a los fariseos porque no tenían a Jesús en sus vidas. Pedí que el Espíritu Santo te ayude porque es un “sí” cada día.

Por último, no impongas. Acordate que la fe no se impone, se propone. Y que lo que va a convencer a tu hermano de acercarse a Dios no va a ser un discurso, va a ser el Evangelio que vos vivas. Si vivís la misericordia, te vas a dar cuenta que ser autoritario nunca puede ser la solución. Dejá de imponer, dejá de exigir injustamente. No juzgues, no critiques. Que tu centro sea el servicio por amor a los demás y no la exigencia. Reconocé lo bueno que hay en las personas que Dios te regala y animate a amar como Dios te ama.

Que tengas un buen día, y que la bendición de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.