Jesús dijo a sus discípulos: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.
“He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y como desearía que ya estuviera ardiendo!”. Es una de las expresiones más fuerte de Jesús. Y tiene razón, su gracia, su amor cuando cae en el corazón se enciende, arde; es un fuego que no da tristeza o desesperación, al contrario, da mucha paz y felicidad. Jesús nos enciende para que nosotros también llevemos a todos los fuegos de su amor. Hay un fuego dentro nuestro que tenemos que compartir. Como diría San Alberto Hurtado “Tenemos que ser un fuego que enciende otros fuegos”.
Hay un escritor uruguayo que reflexiono sobre el fuego en nosotros. Galeano decía: “El mundo es eso. Un montón de gente, un mar de fueguitos, Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos. fuegos bobos, no alumbran ni queman: pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende”.
Somos un mar de fuegos ¿Qué fuego te consideras? ¿Sereno, loco, bobo? ¿o el que arde con tantas ganas que deja sin parpadear y quien se acerca se enciende? ¿Qué clase de fuego sos?
Seguramente el Papa Francisco nos diría que cada uno de nosotros deberíamos arder más que nunca con el fuego de Jesús que está dentro nuestro. En la jornada por la Paz el Papa nos decía que hoy más que nunca el mundo está enfermo por la falta de amor. Que nosotros no debemos permanecer indiferentes ante tal situación. ¿Qué deberíamos hacer? Unirnos más a Jesús para que nos encienda con el fuego de su amor para poder compartirlo. El fuego es el signo de una vida ardiente por el Evangelio. Si estamos unidos a Jesús vamos encender el mundo de amor que lo necesita tanto.
¿Qué vas a hacer? Te repito lo que decía San Alberto Hurtado “Sé un fuego que enciende otros fuegos”. Esa gracia se la vamos a pedir a Jesús en éste día.
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