Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía.
Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: “¿Está permitido curar en sábado o no?”.
Pero ellos guardaron silencio. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y volviéndose hacia ellos, les dijo: “Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?”. A esto no pudieron responder nada.
El Evangelio de hoy nos permite contemplar a Jesús como hombre libre, que sabe discernir y que sabe darle sentido a las leyes desde el valor superior que busca en su vida. Cualquier ley que nos paralice o nos impida la búsqueda del bien de las personas, o es injusta o está mal interpretada.
Para quienes seguimos a Jesús y lo confesamos como nuestro Salvador, quien nos revela el verdadero corazón de Dios y el verdadero sentido de la vida de las personas, el conocer así a Jesús nos confronta y desafía.
Tal vez, podamos descubrirnos estancados en búsquedas escrupulosas de cumplir ritos tranzando con durezas o desprecios frente a otras personas; quizás, nos hemos habituados a miradas injustas o discriminadoras que se convierten en juicios que nos alejan de la caridad; es posible que tengamos un esquema de trabajo planificado o inamovible que no dé lugar a quien nos sale al encuentro en busca de nuestra ayuda; es posible, también, que algunos justifiquemos modos de ser cómodos, violentos u ofensivos con un famoso “yo soy así” o “siempre se ha hecho así”.
Creer en Jesús, y creerle a Él, nos implicará siempre defender la vida y la dignidad de todo ser humano; nos llevará a buscar el bien de los demás y a promover la fraternidad, la justicia y la misericordia; nos llevará a estar en tensión por una caridad más completa en nuestra vida, aunque esto nos implique ser objeto de críticas, ofensas o persecución.
Jugarnos por el amor y la vida, por la defensa del bien de las personas, al modo de Jesús, conlleva estar atentos a que la caridad aumente en nosotros, y también nos implicará estar abiertos a identificarnos con Él en el rechazo que sufrió por parte de muchos. Pero vale la pena; nos sostiene la esperanza que nos revela la vida misma de Cristo: el amor vence, la vida vence, el perdón vence… sólo hay que confiar en Dios y trabajar en esta historia con paciencia y fe, construyendo una fraternidad más plena, una humanidad más libre, y buscando que las leyes que regulen nuestra convivencia promuevan la defensa del bien y de la dignidad de toda vida humana. Que Dios nos bendiga y nos fortalezca
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