Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”.
Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. “Señor, que yo vea otra vez”. Y Jesús le dijo: “Recupera la vista, tu fe te ha salvado”. En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
¡Hola amigos y amigas! Soy el padre Gustavo Ballario de la diócesis de San Francisco, Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Freire.
Compartimos en este día una meditación, acerca del evangelio de la curación de Bartimeo, este mendigo ciego. Jesús pasa por Jericó y lo ve ahí sentado a Bartimeo. No es casual que Jericó sea la ciudad por donde entran los hebreos cuando vienen a la tierra prometida y que Jesús al curar a este ciego, al devolverle la luz, nos devuelve “a todos nosotros” la posibilidad de, entrar a la tierra prometida, que es el Reino de Dios.
¡Bartimeo se llamaba! En arameo significa: “hijo de Tineo”. En griego significa: “apreciado o valorado”. Este hombre que, no era valorado por muchos, es el entonces valorado por Jesús, él estaba sentado junto al camino.
Algunos lo reprende cuando él le dice a Jesús: “que lo ocurre”, algunos lo reprendían para que se callara y entonces, esto significa que mucha gente, tantas veces nos dice: palabras negativas. Estas expresiones como:
– ¡No podes!, ¡no servis!, ¡no sabes!, ¡ni lo intentes!. – ¡No vale la pena!, ¡ no sirve de nada! ¿Cuántas personas no dicen palabras que dañan?
Sin embargo están aquellos otros que, como a Bartimeo, también nos dicen: – “Ánimo, levántate, Él te llama”
Nos dice el libro de Los Proverbios, en el capítulo 12: “La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, más la buena palabra lo alegra”.
Y entonces, hay: – ¡Palabras que sanan! – ¡Palabras que liberan! – ¡Palabras que levantan!
Alguna forma de animar, diciendo: ¡Palabras que sanan! Por ejemplo: – ¡Orar por alguien, con nuestras palabras buenas! – ¡Un regalo! que no es necesario que sea caro – ¡Un acto de servicio! por ejemplo llevarle comida alguien – Ofrecer cuidados a los hijos de una pareja, para que yo pueda salir, a una cita, – Visitar a una persona anciana. – Limpia la casa de alguien: de un enfermo, de un anciano. Todas estas cosas son palabras que sanan.
Y Bartimeo le dice a Jesús: “Señor, que pueda ver” ¡Qué puedas recobrar la vista! ¡Y Jesús qué te dice: “tu fe te ha salvado”!
¡Poder ver! – ¡Esa es la luz de la fe! Justamente cuando somos bautizados, se entrega a los padrinos: “una luz” y se les dice: “Recibe esta luz”, este niño debe ser iluminado por ti: – Por el padre – Por el padrino.
Para que pueda ver ¡Ver con el corazón, esa es la fe!
¡Hasta la próxima!
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