En Dios renace la alegría

martes, 1 de diciembre de
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Basta llegar al contorno para saber que la vida allí pesa, allí llora, allí brama.
Basta quedar en silencio para encontrarse con esos infiernos; ángulos desconocidos, rincones descoloridos.
Basta que sean dos minutos, dos horas o dos lágrimas. Basta que sea un día triste o una tarde de recuerdos sin alas.
Nada basta sin esperanzas.
Nada espera, nada pasa.
Nada somos en esa nada.
Todo es ciego, nada calma.
En el silencio de los abismos,
sólo Dios habla.
Nada se teme si en Él todo se calla.
Nada se consume y todo se pasa;
si Dios allí mora, si Dios allí habla.
Todo se aplaca, todo se calma.
Si en Dios -allí en lo profundo- se medita, se ama;
en Dios se transforma la vida,
en Dios renace la alegría.