Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?”.
Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas.
¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?”. Ellos se hacían este razonamiento: “Si respondemos: ‘Del cielo’, él nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no creyeron en él?’.
Y si decimos: ‘De los hombres’, debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta”.
Por eso respondieron a Jesús: “No sabemos”. El, por su parte, les respondió: “Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto”.
El texto que leemos es proveniente de Mateo, en el, se ve a Jesús que entra en el templo y se ponen a enseñar.
Sabemos que Jesús siempre tiene algunos a su alrededor que están permanentemente:
examinando sus discursos. sus milagros. los signos que realiza.
Siempre con la intención de poner “en duda” lo que Jesús realiza, para, “de algún modo”, que la gente ¡no los siga tanto!.
Sabemos por los textos bíblicos que Jesús provocaba envidia en los demás, porque veían de que la gente: ¿lo seguía!
¡Ahora bien! con quienes se encuentran en el templo, es con los sumos sacerdotes:
es el ambiente en el cual, prácticamente se encuentran “ellos”, mayoritariamente y con los ancianos del templo.
Ellos le hacen esta pregunta Jesús: ¿ con qué autoridad haces estas cosas?
– Entiéndase: los milagros, las curaciones, las predicaciones.
Le hacen esta pregunta Jesús: ¿con qué autoridad? como poniendo “en duda” de que, su procedencia sea de Dios.
Y Jesús, que tiene siempre una buena argumentación y no para menos:
¡ Él es el verbo de Dios, Él es la sabiduría eterna!
Les hace una pregunta donde ellos, respondan lo que respondan quedarán en evidencia de que sus argumentos no tienen mucho sostén.
Jesús le dice: bueno respondan ustedes ¿de dónde provenía el bautismo de Juan, sí de Dios o de los hombres?
Y cualquier respuesta que dieran ellos, evidentemente que no justificaba la muerte de Juan.
Ahora bien, esto nos hace poner en una situación en la cual muchas veces nosotros, aún como cristianos, solemos tener, y es:
de afianzarnos tanto en una respuesta o en una postura, que, hasta nos impide poder escuchar al otro.
Muchas veces nos pasa como cristianos incluso también en nuestros grupos de catequesis, a veces:
cuando tenemos que confrontar “con ese papá” que hace mucho que no viene la catequesis O con esas personas que vienen buscando un poco de iluminación, que le podamos dar de la Palabra de Dios a su vida.
¡Y los cristianos no siempre somos los canales de comunión!
Sino que bajamos en bloque, la doctrina cristiana, inclusive también, hasta nos ponemos en una situación de superioridad y autoridad, donde evidentemente es imposible un diálogo, porque no tenemos empatía con el otro que viene a buscar un poco de luz.
Simplemente bajamos como “en bloque” aquello en lo que creemos.
O le damos esta respuesta formulada que tenemos tantas veces, ya armada sin siquiera capaz de tener un momento para escuchar la situación del otro.
¿Cuánto ganaríamos, cuánto ganaríamos si realmente primero nos pusiéramos en una actitud de apertura para escuchar al otro?
Y entonces después, ¡SÍ!
¡Quizás! darle nuestro parecer, nuestra iluminación desde la Palabra de Dios
Bueno que esto sea una manera de encarar, ¿por qué no? una pastoral distinta en nuestras comunidades parroquiales. Que no sepamos siempre la última paginita del libro. Sino que estamos dispuestos a escuchar al hermano que no necesita.
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