Miércoles 30 de Diciembre del 2020 – Evangelio según San Lucas 2,22.36-40

martes, 29 de diciembre de
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Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.

Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.

Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

 

Palabra de Dios

Padre Matías Burgui sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca

 

En esta octava de navidad, tiempo de alegría por la llegada del Salvador, la Palabra nos presenta la figura de la profetiza Ana, Lucas 2,22 y luego versículos del 36-40. Esta mujer pudo ver lo que otros no pudieron ver, prestó atención a lo que nadie reconocía. Ana tuvo un corazón dócil, atento e inquieto para alabar a Dios. Esa mirada de fe no se improvisa, porque la fe es ver la vida con los ojos de Dios. Toda su historia fue una búsqueda de Dios. ¿Cómo se hace para tener corazón de profeta? Bueno, te propongo algunas ideas para nuestra oración de hoy:

En primer lugar, mantené la esperanza. Lo primero que podemos ver es que Ana era una mujer orante, dedicada al templo. Claro, su vida sufrida cobró un sentido nuevo a la luz de su relación con Dios. A pesar de todo, Ana vive en esperanza. Qué llamado, ¿no?

Especialmente en este tiempo por el que transitamos como país. No te dejes robar la esperanza, aunque todo parezca cuesta arriba y dar testimonio de la fe no sea fácil, no te dejes robar la esperanza. Ana era servidora del templo, estaba metida en las cosas de Dios. Ella reconoce al salvador porque cree, confía y vive en oración. Cuando todos miran para otro lado o cambian la realidad según su propia conveniencia, ¿vos estás teniendo la esperanza, estás reconociendo a Jesús?

En segundo lugar, no pierdas la humildad. Ana era viuda y entrada en años. Esto implicaba que estaba rechazada por la sociedad, casi excluida, porque las viudas ocupaban un puesto inferior. A estos excluidos a los ojos del mundo es a quienes Dios les muestra sus misterios. Cuántas veces vos y yo excluimos a las personas, las rotulamos, las prejuzgamos, las catalogamos…pero el Señor sorprende y muestra que de quien menos te imaginas, Dios se vale para manifestar su amor. Para Dios no hay personas de primera ni de segunda, porque toda vida vale, aunque se diga lo contrario. Para ir al cielo no hay distinción, pero hay que vivir en humildad.

Por último, el balance de año. Llegando al final de este tan particular 2020, quiero compartirte un texto que siempre ayuda mucho para estas fechas, un texto del padre Mamerto Menapace. Él escribe:
“Mi percepción a medida que envejezco es que no hay años malos.

Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos.

Por eso, no debiéramos tenerle miedo al sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de aprendizaje.

Nos cuesta mucho entender que la vida y el cómo vivirla depende de nosotros, el cómo enganchamos con las cosas que no queremos, depende sólo del cultivo de la voluntad.

Si no me gusta la vida que tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi voluntad el poder hacerlo. Ser feliz es una decisión, no nos olvidemos de eso.”

Que tengas un muy feliz comienzo de 2021 y que la bendición del buen Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.