Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”. El les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”. Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Queridos amigos de Radio María. Esta semana comenzamos, junto con toda la Iglesia, el Tiempo Ordinario; un tiempo fundamentalmente de esperanza que coincide con estas primeras semanas de 2021. Acordate que cada tiempo litúrgico tiene como su propia pedagogía especial y este no es la excepción. Por eso el evangelio se detiene hoy en las palabras, los gestos y las actitudes del Señor. El tiempo ordinario nos ayuda a vivir el discipulado y a contemplar al maestro. Compartimos, Marcos 1, del 29 al 39. Tomá tu Biblia, subrayá, escribí y quédate con lo que el Señor te quiere decir. Queremos ver a Jesús como el gran médico de nuestras vidas. Pensemos algunas ideas para nuestra oración de hoy.
En primer, que Dios te equilibre. La Palabra que nos ayuda a rezar hoy nos muestra una especie de resumen de una jornada de Jesús. Fijate cómo él puede buscar el equilibrio más importante: él sabe complementar acción y contemplación. Estuvo enseñando en la sinagoga, va a casa de Pedro, cura a su suegra que estaba con fiebre, sana también a los enfermos que le acercan y luego, cuando aún estaba oscuro, se retira para orar a solas. Él es nuestro modelo. Claro, porque uno de los grandes desafíos en la vida de quien quiere ser discípulo de Jesús es poder conciliar la oración y la acción, lo contemplativo y lo activo. Está bueno hacer ese examen e ir preguntando hacia dónde se inclina nuestro corazón. Algunos tienden al servicio concreto y andan de acá para allá; otros, más a la oración personal y pasan grandes momentos de su día así. Hoy el Señor te muestra que el verdadero discípulo se parece a Él, que vivía entre el servicio y la oración. Una cosa y la otra, complementándose mutuamente. Porque, si falla una, falla la otra. Por eso es necesario pedirle al Señor la gracia del equilibrio. Que tu servicio se alimente de tu oración y que tu oración sea también un servicio. ¿Cómo estás viviendo estas dos realidades? Acordate que el Señor se hacía un tiempo para todo.
En segundo lugar, cuidate de la fiebre. En este tiempo todos estamos muy pendientes de la fiebre, ¿no? Basta con entrar en un negocio para que nos tomen la temperatura. Pero el evangelio nos pide cuidarnos de la fiebre espiritual. Una fiebre mucho más sutil, pero más peligrosa que la física. Cuando uno tiene fiebre no se siente bien, no tiene fuerzas, está caído, preocupado y tampoco razona como corresponde. Bueno, es lo mismo en nuestra vida espiritual. La fiebre no nos deja acercarnos a Jesús. ¿Ya pudiste identificar qué aspecto de tu vida te aleja de Dios? Esa es tu fiebre espiritual. Ponete a pensar, son esas veces que querés cargar con todo, cuando te olvidás de lo importante, cuando te come algún vicio, cuando sos negativo, cuando no perdonás. Menciono algunos nada más para que te des cuenta de que la fiebre espiritual es más común de lo que pensás. Sin embargo, la buena noticia del Evangelio de hoy es que la última palabra no la tiene la fiebre, la tiene Jesús. Ninguna dificultad tiene más poder que el Señor y Él te quiere sanar, pero lo tenés que dejar actuar. Así que pedile al Señor que te ayude a ponerle nombre a tu fiebre para que Él, con su poder, te sane.
Por último, dejate ayudar. El evangelio nos dice que la gente se agolpaba delante del Señor para ser sanada. Todos buscan a Jesús, porque Él está dispuesto a hacer el bien. Jesús significa eso: “Dios salva”. El Señor vino para que vos te sanes, para darte vida y vida en abundancia. Qué te parece si hoy aprovechamos para preguntarnos qué tanto nos acercamos al Señor, que tanto nos animamos. Es importante que vayas donde Jesús, que lo busques, que lo llames, que te acerques, que le dejemos todo lo que somos y todo lo que tenemos, lo bueno y lo no tan bueno. Que Él se encargue de nosotros, que nos levante, que nos sostenga. Cuántas veces andamos con el tanque de reserva solamente por vivir en el orgullo de no dejarnos ayudar, ¿no? Bueno, que quede entre el Señor y vos. Jesús espera tu confianza. Pedile un corazón capaz de aceptar ayuda, la suya y la de los demás. Que estemos atentos a la buena noticia.
Que tengas un buen día, y que la bendición del Buen Dios, que es Padre, el Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.
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