Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo.
Jesús, suspirando profundamente, dijo: “¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo”. Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Caín y Abel.
No estamos frente a un relato de una crónica, sino frente a un relato “mítico” como los precedentes. El mito no es una mentira. El mito no dice lo que sucedió pero nos explica lo que sucede. Sabemos que los once primeros capítulos del génesis están basados sobre relatos mitológicos.
El autor quiere buscar las raíces del odio, de la violencia, de los homicidios, de lo cual tiene experiencia en su tiempo, y con el relato mitológico busca las causas. ¿Por qué la relación entre los hijos de Adán, que son hermanos, es tan dificultosa? ¿Cuál es la raíz del odio y de la violencia fratricida que pareciera ser una herencia maldita de la humanidad? El autor traslada la respuesta a los orígenes.
El pueblo de Israel después de instalarse en la tierra de Canaán y llegar a ser un pueblo agricultor, siempre ha conservado una gran nostalgia por la vida nómade de los pastores, nunca ha renunciado a la crianza de ovejas y cabras. Abel fue pastor de ovejas y Caín agricultor. Desde siempre esta puja entre unos y otros. Nunca faltó el pastor que llevando sus ovejas a comer, haya tenido que enfrentarse con un agricultor por haberle éstas comido sus pastos.
|Caín y Abel son diversos. Hoy está de moda decir que la diferencia es una riqueza. Es verdad, pero se lo dice como si fuera una cosa fácil de lograr. En realidad la diferencia es fácil sólo cuando los diferentes se encuentran a mucha distancia. La diferencia como realidad concreta y cotidiana es menos poética. Aquí está el conflicto entre dos clases sociales. Caín es el continuador de su padre Adam. Abel es el innovador. Hay una diferencia de cultura, Caín quiere ser sedentario, no considera la vida una peregrinación hacia una meta. Abel, en cambio, es nómade.
La tradición posterior verá en Caín al malo y en Abel al bueno.
El mito de Caín y Abel nos presenta el modo de relacionarnos los hombres frente al uso de los bienes de la creación.
La historia ha respondido de una manera simple: quien tomaba posesión de la tierra basaba sus razones exclusivamente sobre el uso de la fuerza. Su derecho desaparecía en el momento en el cual una población más fuerte se lo quitaba.
Son “Caín” todos aquellos que manejan el poder para obtener ventajas contra los hermanos. Esta clase de gente no muere nunca en la historia. Revive en cada expresión de poder. Por eso Jesús llama a los judíos “hijos de un padre homicida” (Jn. 8, 44) y Juan llama “hijos de Caín” a los cristianos que tienen ausencia de amor fraterno. En la historia de la salvación los grupos de poder se constituyen en sembradores de llanto, sufrimiento, muerte, opresión y alienación.
Como bien dijo hace ya más de cien años Lord Acton: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Dice San Agustín: Si de los gobiernos quitamos la justicia, ¿en qué se convierten sino en bandas de ladrones a gran escala? Y estas bandas, ¿qué son sino reinos en pequeño? Son un grupo de hombres, se rigen por un jefe, se comprometen en pacto mutuo, reparten el botín según la ley por |ellos aceptada. Supongamos que a esta cuadrilla se la van sumando nuevos grupos de bandidos y llega a crecer hasta ocupar posiciones, establecer cuarteles, tomar ciudades y someter pueblos: abiertamente se autodenomina reino, título que a todas luces le confiere, no la ambición depuesta, sino la impunidad lograda. Con toda finura y profundidad le respondió al célebre Alejandro Magno un pirata caído prisionero. El rey en persona le preguntó: «¿Qué te parece tener el mar sometido al pillaje?» «Lo mismo que a ti -respondió- el tener el mundo entero. Sólo que, a mí, como trabajo con una ruin galera, me llaman bandido, y a ti, como lo haces con toda una flota, te llaman emperador (De Civitate Dei IV,4)
Finalmente una clave de interpretación la encontramos en la misma Escritura en 1 jn. 3, 11-12 “La noticia que oyeron desde el principio es esta: que nos amemos los unos a los otros. No hagamos como Caín, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran justas.”
¿Y vos ya te preguntaste quién sos? ¿Soy Caín o soy Abel? Hasta la próxima.
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