En las fiestas se renuevan los deseos, los sueños, la lista de cosas que planeamos y a mitad de año no hicimos ni la primera, pero que igual repetimos año tras año. La vorágine de la navidad, entre el vitel toné y la ensalada de frutas, los regalos y papá Noel. Tratamos de hacer un recuento de cosas y recordar que la navidad no es el pan dulce con o sin frutas, sino la llegada del salvador, es EL nacimiento. En pocas palabras, NAVIDAD ES DIOS.
Y en esa frase veo mi vida, hace unos años llegó a mí el mensaje claro como el agua de que mi corazón esperaba en Dios desde hace mucho sin saberlo. La vida y la historia personal de cada uno de nosotros, de cómo llegamos al Señor, algunos heridos, otros felices, continuamos en este camino una vez que vemos como su amor nos cura, nos levanta. No como una magia rápida y fácil. Sino con un camino de oración, entrega y servicio. Mirar al otro NOS SANA. Brindarnos a otros NOS SANA. Y NOS SANA PORQUE AHÍ ES DONDE ESTA DIOS, EN LAS OBRAS. El amor de Dios son hechos más que palabras.
Encontré paz en el Santísimo, donde de rodillas le entregué mi corazón a Dios en un deseo de sanar. Las lágrimas siguieron pero la fe me sostuvo. Llegó la calma y encontré mi vocación, el matrimonio, la familia. Una que viene siendo vapuleada, en un año donde la vida de inocentes estuvo en juego y por lo que se siente el año siguiente será igual y esperemos que no, peor. Vocación a la familia no es buscar novio porque “nena se te pasa el tiempo”, o buscar para no estar sola, que lamentablemente hay muchos casos.
Primero el amor no se busca, esperar en Dios es ejercitar la paciencia y crecer en el silencio observando y aprendiendo. El tiempo no es nuestro y por lo tanto no lo manejamos, no depende de lo que yo quiera, sino de la voluntad de Dios en nuestra vida. Nadie está solo, si tenes a Dios en tu corazón, si haces silencio, lo vas a escuchar. Pedí tener más fe.
Entendí que ese tiempo de espera, es un tiempo de crecimiento personal. No te apures y hace todo por y para Dios, reza, pedí que todo padre quiere lo mejor para sus hijos. Y Dios como nuestro Padre nos escucha y quiere lo mejor para nosotros.
“Salvemos la familia”, es perdonar a ese familiar que alguna vez nos lastimo, es abrazar a los que nos rodean. Es dejar el celular y las conexiones a wifi. Es mirarnos a los ojos y no a través de una pantalla. Salvemos la familia de las discusiones por pensar diferente, y mejor recordemos anécdotas divertidas, más sonrisas y menos entrecejos. Porque lamentablemente las mesas largas van perdiendo sillas. Vamos mutando de casas. Es otra la ropa, son otros los abrazos de mañana. Vivamos hoy entendiendo que la navidad es familia, la Navidad es Dios.
Rezo por ustedes y por todas las vocaciones!
Felices Fiestas!