Como es de costumbre, cada año a segundos del año nuevo comienza la ansiada “cuenta regresiva”.
Generalmente son los últimos 10 segundos antes de la medianoche. Ese es un instante esperado por todos, de mucha emoción, nostalgia, ansiedad, alegría. Se deja atrás un año completo, 365 días cargados de vida y recuerdos. En ese par de segundos se abre paso a un nuevo ciclo. A una nueva etapa de nuestra vida: un nuevo año. Un nuevo año mirado con esperanza, confiando en que todo lo que venga será mejor y más próspero.
Dios nos pone en manos un nuevo año, el 2019, y nos toca a cada uno tomarlo y comenzar a tejer historia en la medida de nuestras posibilidades. Los cristianos sabemos de sobra que “uno propone y Dios dispone”, pero eso no es impedimento para acoger este nuevo año de vida que Dios regala a la humanidad, que nos regala a tí y a mí, solo porque somos criaturas suyas, criaturas de su amor.
Hace una semana contemplábamos el misterio de ese Dios que se hizo niño para traernos vida, para venir al mundo y aceptar esta condición humana para caminar junto a nosotros.
Aun en tiempo de Navidad, hoy nos toca a nosotros comenzar este nuevo camino, estas 365 oportunidades de vivir la vida en plenitud, sabiéndonos amados por Dios, e impulsados a seguir perteneciendo al mundo, dando gracias por existir.
Si miro mi año hacia atrás vuelve a surgir una vez más en mí la palabra gratitud. Gratitud que brota de un corazón de hijo, a veces medio rebelde, pero que se deja encontrar cada vez. Y es que así es Dios. Se hace el encontradizo y me aparece en el camino, en gestos sencillos, en rostros sufrientes, y también otros alegres, en momentos, en historias, en lugares y personas.
Nada sucede en vano, todo siempre tiene su explicación en Dios, y creo que eso en este año vuelve a darle sentido a una parte de mí que a veces se reseca. Y Dios con su inmenso amor y paciencia me vuelve a mirar. Me mira desde el pan, desde esa pequeña fracción en cada eucaristía, y también me mira desde los ojos de los pobres que pasan a mi lado en la ruta, de aquellos que a veces teniéndolo todo, carecen de mucho.
Agradezco en este año el paso de Dios por mi vida, por mi historia , el que pase por ella renovando a cada momento en mí el deseo inquebrantable de caminar la senda que Él mismo me ha marcado. Pisando a cada instante las huellas de un Dios que se hizo humano y hoy me viene a tocar el corazón una vez más, pidiéndome mucho, en mi pequeñez.
Y es que he empezado a asumir que Dios me interpela en mi pequeñez. En esa fragilidad que a veces me rompe, ahí es cuando me dice “Tu eres mi hijo muy amado” (Mc 1, 11) y toda esa nebulosa que a veces me cubre la vista, pronto toma la claridad que surge en el alba de cada día.
Vuelvo a pensar en mi 2018 y vuelvo a decir Gracias!. Gracias Dios por estar, por lanzarme a la aventura, a que no me canse de echar las redes y seguir remando mar adentro sin temor.
Vuelvo a la idea inicial, y aunque a veces el reloj vuelva la cuenta hacia atrás, hoy dispongo el corazón para ponerme en marcha hacia adelante, caminando con Dios hacia donde Él me quiera conducir este 2019.
¡FELIZ AÑO NUEVO!
Javier Navarrete Aspée