Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús.
A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro.
Y decían entre ellas: “¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?”.
Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.
Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas,
pero él les dijo: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto.
Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho”.
Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
Es sábado Santo y todos estamos en oración, esperando la gran noticia, la más hermosa de todas: Jesús, nuestro amigo, vive y estará siempre con nosotros.
Pero mientras tanto el día está en silencio. Porque como nos enseñó el Papa Francisco en estos días, el sábado santo es conocido como el día del silencio. Un silencio que debe ser vivido en la oración, en la meditación. El silencio nos debe llevar a rezar con mucha intensidad frente a los acontecimientos vividos en semana santa. Este día lo aprovechemos realmente para hacer silencio, para pensar, para meditar, para contemplar.
Seguramente en la medida de nuestras posibilidades, algunos podrán visitar los templos para ir a peregrinar. Otro seguramente se harán un espacio dentro de sus casas. Lo importante es tomarse el día para hacer silencio y contemplar. Podríamos meditar sobre la pregunta de Jesús en su crucifixión “Padre ¿Por qué me has abandonado?” Todo ello nos llevara de seguro a encontrarnos con la respuesta contundente del Padre resucitando a su Hijo. Todo esto nos hará ver que realmente que la vida siempre triunfa sobre la muerte, que el amor es más fuerte que la muerte.
Por eso en esta noche, cuando participemos de la Vigilia Pascual nos vamos a encontrar con muchos signos de vida: la luz, la Palabra de Dios que hace surgir la vida y la conserva con amor y con sentido, el sonido de las campanas acompañado el canto del gloria; el agua que limpia, refresca y purifica a todos; la celebración eucarística que es encuentro y comida gozosa con el Resucitado, todo nos introduce en el misterio de Dios, en el Dios de la vida.
Jesús va a resucitar, y con él también todas nuestras esperanzas. A vivir este día con mucha fe y esperanza.
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