Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”.
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero,
con esta consigna: “Digan así: ‘Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos’.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo”.
Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
Una vez más, volvamos a escuchar en esta octava de Pascua, este bonito relato: “La bella durmiente”:
Erase una vez una princesa que dormía en el centro de un castillo, el castillo a su vez estaba situado en el centro de un profundo bosque, día a día el bosque se iba haciendo cada vez más espeso y enmarañado hasta el punto de hacerse prácticamente infranqueable.
Con la princesa dormían también su perro, sus servidores, el jardín y el castillo entero.
Al cabo de 100 años, el joven príncipe de un país vecino, se entera de la existencia de esta bella durmiente, su corazón se inflama de amor por ella y decide ir a despertarla.
Al joven príncipe le suceden todo tipo de aventuras en su intento de desgrosar la tupida selva y llegar a ese centro donde se oculta el castillo. Después de mucho tiempo y no pocas aventuras, el príncipe herido, pero abrasado de amor, llega al centro del castillo donde la princesa se despierta. Con ella se despierta también su perro, los servidores, el jardín de toda la casa, todo ese pequeño universo abre sus ojos y se llena de vida.
En este tiempo de Pascua, pensamos que este joven príncipe, herido con miles de vidas pero abrazado de amor, es Jesús que viene a despertar esta princesa que es “la comunidad cristiana”.
La Pascua Jesús tiene repercusiones en cada uno de nosotros. El texto que hemos escuchado dice que las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
La alegría es lo que caracteriza a este tiempo de Pascua. Estos discípulos de Jesús, esta mujer, después de haber experimentado el dolor del Viernes Santo se preguntaban: ¿el amor, puede ser eliminado por la muerte?.
La alegría existe en plenitud, sólo cuando vemos triunfar el amor, por eso una pregunta que debemos hacernos es: ¿dónde va a parar el amor? sí el amor no muere ¿dónde va a parar el amor?.Como creyentes sabemos, que el amor queda recuperado. El amor recuperado, la vida recuperada, eso es Pascua. ¡Un amor sin futuro no es verdadero amor! El amor no tiene fecha de vencimiento, el amor verdadero se verifica en la proyección.
El Jesús que pasó haciendo el bien sobre este mundo durante sus 3 años de vida pública, es revelación de lo que continúa haciendo el como viviente. La lógica de la resurrección se apoya sobre la lógica de un amor no perecedero.
En la mañana de pascua la oscuridad del corazón de los discípulos comienza a desaparecer. Estos discípulos habían unido de tal manera sus vidas, a la vida de Jesús, qué piensan si Él no vive, mi vida no tiene sentido. Esto significa, que no solo admiran a Jesús, significa estar enamorados de Jesús. Los discípulos no pueden estar sin el maestro. El discípulo frente a los signos de muerte empieza a percibir la victoria de la vida, empieza a crear.
Es cierto que no existen pruebas de la resurrección de Jesús: hay algunos signos, signos ambiguos como la tumba vacía, la sabana, el sudario.
El discípulo lee estas cosas, lee los acontecimientos con los ojos del amor. En pascua no celebramos la reanimación de un cadáver, tampoco es que simplemente actualizamos la memoria de un gran héroe de la historia, celebramos aquel Jesús derrotado blasfemado, insultado, descalificado por los hombres, pero que ESTÁ VIVO. Porque, y aquí está el significado del tercer día, Dios no deja de dar una respuesta al justo que da su vida por amor. Si creemos que Jesús vive, si creemos en su resurrección, es porque en ella se verifica a un continuo y permanente florecimiento del mundo nuevo que sólo tiene su inicio en el amor. En la resurrección queda definitivamente pronunciada la victoria del amor.
Las mujeres, los discípulos, sienten esa cercanía con Jesús, las mujeres se acercaron dice el evangelio y abrazándole los pies, se postraron delante de Él. Y Jesús les va a decir: “¡NO TEMAN! Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verán”
Galilea, donde Jesús pasó haciendo el bien. Jesús invita a sus discípulos a volver al lugar de la vida pública, el misterio de su pasión muerte y resurrección ilumina ahora, lo que Jesús ha vivido en Galilea. Lo vivido en Galilea es como un documento que encuentra su firma y sello en la Pascua. La Pascua certifica la autenticidad de lo que Jesús realizó en Galilea.
También nosotros, después de haber celebrado el misterio pascual somos invitados a volver a Galilea, es decir somos invitados a caminar sobre las huellas del Jesús histórico que nos revela como verdadero hijo de Dios el rostro del Padre misericordioso.
¡Hasta la próxima!
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