Jesús dijo a Nicodemo: ‘Ustedes tienen que renacer de lo alto’.
El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu”.
“¿Cómo es posible todo esto?”, le volvió a preguntar Nicodemo.
Jesús le respondió: “¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Cuántas veces hemos pensando o hemos dicho “no me gusta mi vida”, “Me gustaría cambiar esto o aquello, me gustaría ser distinto, me gustaría ser otra persona, me gustaría nacer de nuevo”. Sobre todo pensando en que muchas veces no la estamos pasando bien o nos damos cuenta que en nosotros o en nuestra historia hay cosas que no nos gusta. ¡De cambiar se trata! Cuántas veces hemos intentado cambiar, hasta el cansancio, y no lo terminamos de lograr, ¿no? Esto es lo que de alguna manera nos va presentando el Evangelio de hoy, en este día martes, la continuación del dialogo de Jesús con Nicodemo, de un anciano, y ¡no de cualquier anciano! Uno que era jefe, estudiante de la ley, que estaba bien educado. Él se acerca y Jesús le dice sin rodeos que tiene que nacer de nuevo. Vos y yo necesitamos nacer de nuevo también, pero de una manera distinta, no como lo imaginamos sino desde el Espíritu Santo y ¡se puede! Se puede hacer esto, porque para Dios no hay nada imposible. La única condición es dejarnos conducir por Él, acercarnos al Señor y pedir docilidad. Vas a ver como Él (y vos) van a hacer el milagro de poder tener una vida nueva y plena. No tengas miedo porque con Jesús, todo se puede. Simplemente hay que dejarlo actuar y no pretender controlar todo. ¿Cómo se hace eso? ¡Esa es la gran pregunta! Te dejo algunas ideas. En primer lugar:
Tener una mirada de fe, eso significa nacer de lo alto en definitiva, levantar la mirada para poder bajarla de otra manera.
Traducido: buscar a Dios y reconocerlo en todo lo que me va pasando en lo cotidiano, en lo del día a día, en lo que me toca vivir. Es tener una mirada sobrenatural, una mirada de fe. Ver la vida de uno y ver la vida de los demás con los ojos de Dios, es poder vivir en este mundo con la mirada desde Dios. No es nada fácil, cuesta, pero acordate que los cristianos estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Preguntate, ¿cómo estás viendo tu vida hoy? ¿cómo estás viendo la de los demás? ¿Cómo estás haciendo para reconocer a Dios en tu hoy? Acordate: los pies en la tierra, la mirada en el cielo. La clave te la da Jesús y en un encuentro con Él. Y el Evangelio de hoy lo vemos claro al final: mirar al que fue levantado, mirarlo a Él, mirar la cruz, incluso en este tiempo de resurrección. No perder la mirada en Jesús, que da su vida para que yo tenga vida, mirarlo a Él y siempre a Él. Segundo lugar: trabajar la espiritualidad, algo que es central. Una de las peores cosas que nos puede pasar es vivir sin espiritualidad, ser chatos, quedarnos solamente con lo que nos toca vivir sin una mirada trascendente. Y es un peligro grande vivir así, sin una espiritualidad profunda, porque uno puede rezar y no trabajar su espiritualidad. ¿Cómo es esto? Rezar por inercia y solamente por inercia, porque todo rezan o porque “tengo que”. Traducido, no siempre vamos a sentir lindo y frente a eso podemos hacer dos cosas, rezar porque siempre lo hacemos y punto, o ponernos a orar con verdadera fe sabiendo que, aunque nosotros no lo detectemos, Dios está ahí. Podemos hablar mucho de Dios, pero si no hablamos con Dios, nos falta lo esencial. Hace el ejercicio de hablar con Dios y contale tu vida.
Por último: profundizar en Jesús. Hoy el Señor como a Nicodemo te invita a nacer de lo alto, aunque cueste. Él está con vos, si estás acostumbrado o acostumbrada a a tener todo bajo control y que todo dependa de vos, de tus fuerzas, de tus talentos, de tus creencias, de tus esfuerzos, de tus normas, de tu manera de ver y analizar la realidad. Si estás acostumbrado o acostumbrada a marcar el rumbo, a ir donde querés. Hoy tenés que entender que nacer del Espíritu es otra cosa, es estar dispuesto/a a marchar con Jesús a donde no pensabas ir inclusive, mirar con Él, donde antes corrías la mirada, es acercarte y abrazar con Él, todas las realidades, todas las personas que antes rechazabas. Es tener unos oídos abiertos y atentos para percibir el susurro de su voz, un corazón abierto a percibir su presencia, a escuchar su llamada, incluso en y desde tu propia fragilidad. Así que pedile al Señor que te ayude a confiar, a confiar cada vez más, a dejarte llevar por su mano, a abrir el corazón para que el Espíritu te transforme y te haga nacer de lo alto. Tarea para la casa, te propongo rezar hoy con la canción “déjame nacer de nuevo” y poné todo esto en manos del señor.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén.
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