Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
“Permanezcan unidos a mí”, es la gran invitación que nos hace Jesús, insistentemente. “Permanezcan unidos a mí como yo permanezco en ustedes.” Él ya ha dado el primer paso, no se separará jamás de nosotros, su vida y su entrega dan testimonio de ello. La Eucaristía, nos comunica maravillosamente este misterio de amor y de unidad que Jesús nos llama a vivir con Él.
El permanecer en Cristo, implica reconocerlo a Él como fuente de la que surge nuestra vida, como motor de los deseos más hondos que nos dinamizan. Reconocerlo como savia que hace posible nuestro crecimiento, nuestro fruto y nuestra plenitud.
Creer en Jesús y formar parte de la comunidad del Resucitado, supone un camino siempre más profundo de conocimiento íntimo del Señor, para amarlo más y para seguirlo más fiel y comprometidamente. Permanecer en Jesús es un don y, a su vez, una tarea que nos lleva la vida entera, y que se manifiesta en nuestras opciones de amor y servicio. La caridad es el gran signo de nuestra permanencia en Cristo.
Y este camino de amor, Jesús mismo nos invita a transitarlo en Iglesia, comunidad de creyentes, nada ideales por cierto, más bien, comunidad de pecadores llamados por Él mismo a seguirlo y a ser servidores de su misión… Muchas ayudas a nos dejado: la Palabra, los sacramentos, la oración… todo para que redunde en la caridad, porque amar al prójimo, especialmente a los más necesitados, nos une a Dios mismo.
Permanecer, implica nuestra opción libre y radical, implica la gracia y el trabajo cotidianos para alimentar el amor que nos une a Cristo y a su misión. Permanecer, es una invitación a la fidelidad a la perseverancia, que siempre, en nuestra historia, implicarán la lucha interior. Dios quiera que nos preparemos para esta lucha; que lo hagamos con lucidez, y también con la confianza firme en que Cristo ya está en nosotros, esperándonos, acompañándonos, ofreciéndonos caminos que nos unan a Él; aún, cuando nos sentimos muy despistados.
¿Cómo cuidamos nuestra relación con Jesús? ¿Lo hacemos confiando en Él y tomando los medios con nos dejó o menospreciamos esos medios? ¿Qué caminos nos ayudan a permanecer en Jesús y a ir creciendo en amistad con Él?
Permanecer en Cristo, nos hace hombres y mujeres comprometidos en el servicio de nuestros hermanos y en el trabajo por la construcción de un mundo más justo, siempre desde la clave del amor y la misericordia. Así nuestra vida dará ese fruto abundante que se desprende de nuestro vínculo con el Señor.
Que Dios nos bendiga y fortalezca
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar