En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’. Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.”
Seguimos en este contexto de despedida de Jesús con sus discípulos, pero Él nos invita a que no sea una despedida que traiga nostalgia, que traiga tristeza en nuestro corazón. Es una despedida que nos anuncia una novedad ¿cuál es la novedad? Hay algo que esperar, ¿que hay que esperar? La venida del paráclito, del Espíritu Santo, de aquel que viene a iluminar nuestro corazón, de aquel que viene a iluminar nuestra inteligencia, de aquel que viene a iluminar toda nuestra vida, ¿para qué? Para que levantemos la mirada y nos pongamos en sintonía de amor de Dios. La clave de nuestra vida es sabernos sostenidos por el amor de Dios, en lo lindo, y en lo feo, en lo bueno y en lo no tan bueno. Descubrir que Dios está ahí, que sigue acompañándonos y para eso está el Espíritu Santo, para recordarnos lo más importante. El Señor en el Evangelio de hoy nos invita a tener en consideración tres realidades: el pecado, la justicia, y el juicio.
Por eso el Señor dice que cuando venga el Espíritu Santo probará el mundo donde está el pecado, donde esta la justicia y donde esta el juicio. El pecado dice Jesús esta en no haber creído en Él, el pecado es eso justamente, en no dejarse amar por Dios, es una realidad a la que todos estamos sometidos. Todos hemos pecado, sin embargo, Dios, que es Dios no invita a estar en amistad con Él, nos ayuda a descubrir que el amor es más grande, que el amor es más fuerte, que el amor es el que tiene la última palabra en nuestras vidas, la misericordia de alguien que nos ama, que nos conoce, que sabe de nuestras propias debilidades y nos sigue eligiendo.
Hoy no tengas puesta la mirada solamente en tu pecado, en lo malo que hiciste, en aquello que te cuesta. Pone la mirada en lo bueno, pone la mirada en la misericordia de Dios, pone la mirada en las segundas oportunidades, y terceras, y cuartas , infinitas oportunidades que te da Dios. No te quedes mirando triste tu pecado, acércate a la reconciliación, acércate al Señor y fíjate como Él no te va a dejar solo, justamente eso es lo más importante. El pecado es no dejarse amar y hoy Jesús te invita a encontrarte con su amor y con su misericordia.
En segundo lugar, la justicia, que tiene que ver con darle a cada quien lo que corresponde, pero la justicia sin misericordia deja de ser justicia. La justicia te tiene que invitar no a señalar, no a esperar cosas que no dependen de vos, sino a poner la mirada en Dios. La justicia no la das vos, la da Dios y esas cosas que a veces te parecen injustas en la vida, esas preguntas que tenes y no terminas de entender ofréceselas al Señor. Que aquello que te parece injusto en la vida, incluso muchas veces culpándolo a Dios, que sea una oportunidad para que, aunque no entiendas, puedas cofiar. Preguntate ¿estas confiando en definitiva en Dios? ¿estas descubriendo que Él sigue estando ahí aún cuando vos no entiendas? No quieras saberlo todo, ni entenderlo todo, todo el tiempo y acordate que si lo entendiste “ no es Dios”, porque Dios siempre es más, se nos escapa y nos invita a vivir en esperanza y confiar en Él.
Por último, el juicio, el juicio tiene que ver con señalar, con levantar el dedo, con tener muchas veces frases apresuradas o temerarias sobre los demás, con condenar, con no tener misericordia en el corazón, con cerrarte a conocer de verdad a tu hermano/a. Incluso un juicio para con vos. El juicio de dejarte pasar todo, o el juicio de no dejarte pasar nada. Ningún extremo esta bueno. El juicio tiene que ver con descubrir que Dios tiene la última palabra y que no te va a dejar solo. Tampoco deja solo a los demás. Por eso, no te apresures a hacer comentarios, no critiques, no hables sin conocer, pero tampoco te condenes vos. ¿Hace cuanto que no haces un buen examen de conciencia? ¿Cómo venís con eso? ¿estas perdonando a los demás? ¿estas amando? ¿estas tratando de hablar bien de los demás? ¿Y con vos? ¿Como venís? ¿Te cuesta perdonarte? ¿Te cargas con culpa? Decís ¿cómo pude haber hecho esto, o dicho tal cosa? Bueno , tenete paciencia, mírate con misericordia y acordate que el juicio depende de Dios.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo te acompañe siempre. Amén
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