Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: “Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.”
Que seamos uno, Padre, para que el mundo crea en la Buena Noticia de Jesús.
Que seamos uno, Padre, para poder de veras vivir en la libertad que nos garantiza la presencia de tu Espíritu Santo.
Que seamos uno, Padre, y así poder ver que la riqueza de nuestra Iglesia radica en la multiplicidad de rostros, ideas, palabras, obras, hechos, costumbres, culturas.
Que seamos uno, Padre, para poder comprender buenamente que en las comunidades hay lugar y se hace espacio para todos y no sólo para algunos.
Que seamos uno, Padre, no porque pensamos todos de la misma manera, y lo que genera entonces es la uniformidad que mata las expresiones de vida y verdadera libertad de espíritu.
Que seamos uno, Padre y entonces comprender de una buena vez que la dignidad más linda y más santa radica en que somos tus hijos e hijas por el bautismo y eso es en definitiva lo que nos hace hermanos y hermanas.
Que seamos uno, Padre, y sintiéndonos todos responsables de todos, podamos recibir la vida como viene, sin pretextos, sin excusas, sin recelos.
Que seamos uno, Padre, y ser sano escándalo para la Cultura de la Muerte, del Consumo y el Descarte.
Que seamos uno, Padre, para comprender que el secreto de ser Iglesia no está en que todos pensamos igual sino que creemos todos del mismo modo.
Que seamos uno, Padre, y darnos cuenta que al final es más lo que nos une que lo que nos separa.
Que seamos uno, Padre, como vos, Jesús y el Espíritu son uno. Con el mismo amor, la misma fuerza y la misma comunión.
Amén.
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